Sus actos la retratan. La “defensora” de los habitantes, Catalina Crespo, se desquitó de las jefaturas que le pidieron la renuncia por el descrédito en que puso a la Defensoría de los Habitantes por el manejo del escándalo de la UPAD.
Treinta y ocho días después de que doce miembros del Consejo de Directores de la entidad le sugirieron irse, ella más bien les quitó voz y voto, los degradó a solo opinar y se declaró la mandamás.
¿Qué espera a los otros 54 funcionarios, técnicos y administrativos, quienes el 29 de junio también se atrevieron a cuestionarla?
Ellos, incluso, fueron a más, porque pusieron el dedo en la llaga: “No existe dirección estratégica desde el despacho de la defensora para restaurar el rumbo de la institución, lo cual, además de debilitar la mencionada magistratura de influencia, genera desconfianza y falta de credibilidad de la población en la Defensoría”.
Da pena que Crespo no entendiera ese mensaje. El poder de un defensor se sustenta, únicamente, en su credibilidad y su influencia. Ella, por contradicciones y falta de transparencia en la dizque “investigación” del caso UPAD, erosionó su credibilidad. Y los diputados, la enterraron.
La sepultaron porque le perdieron respeto. La sesión legislativa del 25 de junio significó un funeral a su poder de influencia. No uno, varios, con irreverencia le dijeron que están decepcionados de su labor. Varios, le dijeron “váyase”.
Ese día, “defensora” pasó a escribirse entre comillas. Existe, pero su influencia y credibilidad se esfumaron.
Franggi Nicolás, diputada de Liberación, se lo dijo directamente: “Yo no tengo cómo justificar a los costarricenses que a usted se le pierda un audio. No sé con qué confianza va a volver un habitante a que le investiguen algo en la Defensoría”.
Con ese irrespeto y desconfianza que evidenciaron los diputados, la misma que externaron 12 jefaturas y 54 funcionarios, los costarricenses tendremos “defensora” por dos años más, pero para poco, porque una figura tan débil no influirá en denuncias o investigaciones.
¿Cuándo entenderá Crespo que el problema no está en los diputados, el Consejo de Directores o los 54 funcionarios, sino en su espejo?
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