Estando en la oposición, hace dos décadas, Daniel Ortega intimidaba al presidente Arnoldo Alemán con derrocarlo si insistía en “hacer lo que le daba la gana”.
El 19 de julio de 1997 le advirtió que “si su gobierno no escuchaba”, haría prevalecer su “derecho constitucional de protestar” en las calles.
Un año después, el 17 de octubre de 1998, cuestionó: “¿Por qué la gente protesta en las calles en Ecuador, Colombia, Venezuela, Costa Rica y Honduras y aquí no? ¿Es que se volvieron una bola de cobardes?”, al entonces líder del Frente Sandinista al llamar a sus seguidores a alzarse contra el gobierno.
“Hemos dicho con claridad que las calles son del pueblo, que las va a ocupar y a levantar barricadas cuando sea necesario y que va a tomar las armas cuando sea necesario”, le dijo a Alemán.
Ese Ortega sí defendía el “derecho constitucional” a protestar en las calles, a levantar barricadas e incluso a tomar las armas. Sí, tildaba de “cobardes” a los ciudadanos que rehusaban manifestarse. Hoy, se traga las palabras. Lo que promovía como opositor, como presidente ahora lo reprime a balazos.
Quienes se han atrevido a quejarse en las calles han sido asesinados. Quienes han levantado barricadas han sido encarcelados. Daniel Ortega y Rosario Murillo, como jefes supremos, son responsables de ordenar la matanza de más de un centenar de ciudadanos (121) en dos meses.
Masacrar a su pueblo los deslegitimó. Los certificó como dictadores y como autores del mismo exterminio que se atrevió a ordenar Anastasio Somoza con los nicaragüenses disconformes.
En Nicaragua difícilmente hay oportunidad de dialogar tras este genocidio. Cualquier negociación sería solo para definir la salida del poder de la pareja que ha gobernado por tres lustros y que debe comprender que no tiene cabida porque el pueblo, ese “pueblo poderoso” del que tanto presumieron tener el aprecio, los odia a muerte.
LEA MÁS: El Somoza de ahora es de apellido Ortega
Ortega proponía, hace 20 años, un referendo para sacar del poder a Alemán. “Existen los cauces institucionales para poner gobiernos y también para quitar gobiernos”, decía en 1997. Hoy, el sangriento referendo de las calles dio su veredicto: “¡Que se vayan!”.
amayorga@nacion.com
Armando Mayorga es jefe de Redacción de La Nación.