Tres tipos se pierden en la jungla y los captura una tribu de caníbales. Se los llevan al jefe y este pregunta al primero: “¿Qué prefiere: bunga-bunga o muerte?”. Puesta así la cosa, el chavalo responde: “Bunga-bunga”. Y, ¡juás!, la tribu monta una orgía con él y lo sueltan. Va el segundo y le plantean la misma pregunta. El tipo responde: “Bunga-bunga, al menos vivo”. Y otra vez se monta el numerito. Viene el tercero y muy digno responde: “¡Muerte, antes que indignidad!”, y el jefe le dice: “Bien, muerte será, pero primero bunga-bunga”.
El chiste (de acuerdo, es viejísimo) es toda una lección de filosofía política. Contra las cuerdas, las opciones no son entre una cosa buena y otra mala, sino entre dos males; el asunto es seleccionar el mal menor. El problema es que, aunque se evite lo peor, nadie queda contento: el desgaste es ineludible. Pero hay más, pues la historieta permite otra lectura: las poses son inútiles, la idea es contar el cuento al día siguiente y resarcirse.
¿Debe venderse entonces el alma al diablo con tal de sobrevivir? ¿No estaríamos aceptando el cinismo total, ese que dice: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”? En situaciones de extrema debilidad, como la del chiste, no hay espacio para lujos, pues la decisión viene después de haber perdido lo esencial: la libertad para decidir sobre un futuro mejor. Los principios ya fueron derrotados previamente y el tema es sobrevivir. La cuestión es hacer todo lo posible para nunca llegar a esa situación.
Ahí quería llegar. Levanto la mirada al mundo y veo varias situaciones de “bunga-bunga o muerte”. En España, por ejemplo, el PSOE, el partido más importante de las últimas décadas, marcha de tercero en la campaña electoral y tendrá que decidir si en el nuevo gobierno será el socio minoritario del desgastado Partido Popular o del populista Podemos-Unidos. En Estados Unidos, los republicanos tendrán que escoger entre un candidato infumable, incapaz siquiera de tener empatía con las víctimas de una masacre como la de esta semana en Florida, o votar por su detestada Hillary Clinton, que al menos les garantiza sensatez al frente del gobierno.
En Costa Rica, donde todo parece estable, ¿hay algún “bunga-bunga” por ahí? Pues sí, lo veo en lo fiscal, cuya situación es angustiante y desmejora. Si el sistema político no llega a algún acuerdo y el entorno mundial empeora, el país quedará en manos del ajuste que promuevan los mercados internacionales y las multilaterales. Cuando estemos ahí, ahorrémonos las poses.