Manejar por Costa Rica es un peligro debido a la falta de barreras medianeras que impidan a los vehículos fuera de control invadir el carril contrario y colisionar de frente con otros. Lamentablemente, hemos llegado a normalizar la ausencia de estas contenciones, lo que también refleja cuánto hemos permitido al Estado desvalorizar la vida.
Traigo este problema a la columna después de ver un video en las redes sociales que muestra el espanto de los ocupantes de un vehículo atrapado en una presa en la ruta 27. Desde el carril contrario, bajo el aguacero, un todoterreno derrapaba, cruzó la franja central de césped y avanzaba contra el auto de adelante y contra ellos. El 4x4 los golpeó y terminó volcando.
Una de las primeras reacciones al video es de una mujer: “Ahí hay algo. Mi esposo tuvo el mismo accidente. Preguntamos a los del Tránsito y resulta que hay por lo menos tres al mes ahí, solo que no salen en las noticias. Resulta que los carros ‘hidroplanean’ porque la calle está mal diseñada”. El video confirma que el asfalto parecía una piscina.
La inseguridad por la falta de barreras es similar en la ruta 32, hacia las zonas norte y sur, y en la Florencio del Castillo hasta que murieron Karla Muñoz Piedra, de 27 años, y Roy Monge Agüero, de 35, el 9 de noviembre del 2007. Un tribunal condenó al Ministerio de Obras Públicas y Transportes a instalar barreras en 15 kilómetros. Al parecer, al evitar el atropello de un perro, el carro se desvió hacia la medianera y chocó contra un poste de luz.
En el video de la vía hacia Caldera se repite la escena: el 4x4, por un metro, no impacta contra un poste que sostiene dos lámparas. ¿Cómo, en pleno siglo XXI, permitimos que una institución pública coloque un poste en medio de las vías? No hacen falta cinco dedos de frente para intuir que podría matar a los pasajeros de un vehículo que colisione con él. Y también es obvio que, si debe instalarse allí, es vital una barrera. Pero ni lo uno ni lo otro. Nada pasa. Nadie mueve un dedo.
Esa es Costa Rica. Para el Estado, la vida importa poco. Lo peor es que los ciudadanos se lo toleramos a quienes han gobernado, gobiernan y tienen el poder y la obligación de garantizar la seguridad en las carreteras.
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