
Según la más reciente encuesta del Centro de Investigaciones y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica, publicada por este medio en los primeros días de noviembre, el grupo de indecisos asciende a casi un 50 % y son principalmente las mujeres y los jóvenes.
La encuesta señala, además, que el 50 % de los jóvenes (entre 18 y 34) aún no tienen candidato o candidata.
Durante los próximos meses, los costarricenses estaremos expuestos a cantidades de mensajes publicitarios, videos, historias en Instagram, cortos en TikTok, debates en radio y televisión, vallas en las calles (que, a mi juicio, solamente representan una gran contaminación visual) y, por supuesto, cientos de memes que nos harán reír.
Lo interesante aquí es que estos jóvenes que por primera vez votan en una elección pertenecen a un segmento de audiencia nueva. Llevamos tiempo tratando de conocer a fondo a los «millennials», intentando conocer sus gustos, pensamientos, ideologías y tendencias. Sin embargo, la generación que probablemente decida el futuro de nuestro país será la generación Z.
La gen Z son aquellos jóvenes nacidos a partir de 1996. Hoy rondan entre los 18 y los 25 años, también conocidos como los nativos digitales, ya que han vivido en el mundo digital desde su nacimiento.
Mientras algunos crecimos cambiando los canales con la perilla de un televisor Hitachi en blanco y negro, estos muchachos ni siquiera ven televisión.
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Mientras algunos navegábamos la oferta de canales de aquel entonces (que iban del 2 al 13) la gen Z no concibe una vida sin un teléfono inteligente y, desde su infancia, navegan el mundo entero a través de Google.
Hoy la información es en tiempo real, pensar en enterarse de acontecimientos internacionales por cables que llegaban 24 y hasta 48 horas después parece absurdo. Comentar una noticia que sucedió ayer es viajar por el túnel del tiempo.
En realidad, esta generación Z apenas se asoma y aún los conocemos poco. Sabemos que se informan exclusivamente por medio de las redes sociales, con las ventajas y desventajas que esto conlleva.
Sabemos también que la desinformación y las «fake news» son de las más grandes amenazas de nuestros tiempos. Hoy día, es nuestra responsabilidad informarnos, verificar fuentes, contrastar datos y formarnos nuestras propias opiniones porque las reglas de cuáles son voces veraces y confiables no están claras.
La gen Z es además una generación que previene de manera considerable los embarazos adolescentes. En nuestro país, se observa en las estadísticas de los últimos cinco años.
También, sabemos que consumen muchísimo menos alcohol y cigarrillos que las generaciones previas. Desafortunadamente, ese consumo ha sido sustituido por las drogas.
Otro dato que se ha evidenciado es que esta generación enfrenta más problemas de aprendizaje, más déficit atencional, más depresión y ansiedad y más quebrantos de salud mental por el simple hecho de que nuestros cerebros no fueron diseñados para la sobredosis de tecnología a la que viven expuestos.
Para esta elección, tenemos unos 26 candidatos a la presidencia y prácticamente todos proponen la misma cosa: la reactivación económica.
Nos queda claro, entonces, que somos nosotros, los electores, los que tenemos que cambiar las preguntas. Ya no basta con preguntar el qué, sino el cómo.
Esta columna está dirigida a todos los nativos digitales, muy a pesar de que probablemente nunca lleguen a leerla, ya que también soy consciente de que ustedes no se informan por los periódicos.
De todas formas, estas líneas son un llamado para que ejerzan su poder en esta elección. Ustedes probablemente son los que van a decidir cuál será el destino de nuestro país durante los próximos cuatro años.
Es su deber empezar a exigir. No se conformen con mensajes vacíos y superficiales. Tampoco acepten mensajes populistas y divisorios. Eleven la conversación a los problemas apremiantes para su futuro. Levanten sus voces para imponer una agenda acorde con el país en el que sueñan vivir.
Para ustedes, los nativos digitales, mi mensaje —y mi esperanza— es que se involucren, que escuchen, investiguen, cuestionen, se informen, discutan, discrepen y vuelvan a cuestionar cuántas veces sea necesario. El futuro de Costa Rica está en sus manos.
Los cambios sociales que necesitamos solamente pueden venir de la gente que se atreve a soñar. Como bien lo decía la antropóloga estadounidense Margaret Mead, «nunca dude en que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado».
La autora es periodista.