Los avances en la tecnología con carácter disruptivo, como lo es ChatGPT, sin duda despiertan una amalgama de sentimientos, desde quienes lo reciben con los brazos abiertos hasta quienes lo ven como una gran amenaza. El estudio y experiencia me demuestran que la tecnología es neutra, y es más bien la utilización la que plantea oportunidades y desafíos. Lo que sí es cierto es que el avance tecnológico no se puede detener, pero sí regular.
Lanzado en noviembre del año pasado, ChatGPT es uno de los grandes adelantos de inteligencia artificial, con capacidad de crear textos, traducir, redactar un resumen e incluso analizar sentimientos mediante la aplicación de algoritmos del deep learning y el big data.
Caracterizado como uno de los grandes perdedores, Google, responsable del 93 % del mercado de búsquedas y que corre el riesgo de ser reemplazado por la tecnología de OpenAI —creador de ChatGPT—, empresa en la que su competidora Microsoft acaba de cerrar una multimillonaria inversión, ya anunció su contrapropuesta Bard, a la que estoy segura seguirán otras creaciones y descubrimientos.
Escuelas y universidades se encuentran preocupadas por el uso que los alumnos hagan de esta herramienta, y que ello repercuta en menos creatividad y esfuerzo de los estudiantes. Alemania, sin embargo, dijo que no prohibirá el uso.
Otra noticia de esta semana fue que un juez de Colombia se apoyó en información brindada por ChatGPT para dictar una sentencia en el caso de un derecho a la salud de un niño autista. En sus palabras, la herramienta no sustituye el trabajo del juzgador, quien sí se puede apoyar en información valiosa y que ahorra tiempo.
Aún recuerdo la reticencia cuando “salieron” las grabadoras, calculadoras, computadoras y la internet, y nadie discute hoy su valor educativo, porque posibilitan a niños y jóvenes la concentración en áreas como el pensamiento crítico, la lógica y la solución de problemas.
Como dije, la tecnología llegó para quedarse y avanzar. Por ello, debemos centrarnos en cómo cerrar la brecha digital, en dar acceso a la conectividad, trabajar en materias como la ética y la tecnología, en contrarrestar y prevenir, en no reproducir estereotipos y, desde luego, aprobar reformas regulatorias y de supervisión para evitar el mal uso.
La autora es politóloga.