SHANGHAI – China ya es un líder global en tecnologías digitales orientadas al consumidor. Es el mercado de comercio electrónico más grande del mundo (con más del 40 % de las transacciones globales) y está entre los tres primeros países en inversión de capitales de riesgo en vehículos autónomos, impresión 3D, robótica, drones e inteligencia artificial (IA). Uno de cada tres unicornios (start-ups que valen más de mil millones de dólares) del mundo es chino, y los proveedores de servicios de nube del país ostentan el récord mundial en eficiencia computacional. Pese a que China tiene déficit comercial en el sector servicios como un todo, en lo que corresponde a servicios digitales viene teniendo hasta 15.000 millones de dólares anuales de superávit.
Los motores del impresionante avance de China en la economía digital son gigantes como Alibaba, Baidu y Tencent, que hoy comercializan sus servicios a escala masiva e introducen en el mundo nuevos modelos de negocios. Juntas, estas tres empresas tienen entre 500 y 900 millones de usuarios activos al mes en sus respectivos sectores. Su ascenso se vio facilitado por una regulación que ha sido moderada, o tal vez habría que decir, demorada. Por ejemplo, cuando las autoridades limitaron el monto máximo de dinero transferible por Internet, ya habían pasado once años desde que Alipay introdujo el servicio.
Ahora, estas ciberempresas aprovechan su posición para invertir en el ecosistema digital de China (y en la camarilla de tenaces emprendedores que cada vez más lo definen). En conjunto, Alibaba, Baidu y Tencent financian el 30 % de las principales empresas emergentes de China, por ejemplo Didi Chuxing (50.000 millones de dólares), Meituan-Dianping (30.000 millones) y JD.com (56.000 millones).
Provistos del mayor mercado interno del mundo y abundancia de capital de riesgo, los viejos emprendedores chinos “imitadores” se han transformado en potencias innovadoras. Pelearon como gladiadores en el mercado más competitivo del mundo, aprendieron a desarrollar sofisticados modelos de negocios (por ejemplo, el modelo freemium de Taobao) y se rodearon de fosos de protección impenetrables (como la aplicación de encargo de comidas end-to-end con envío incluido de Meituan-Dianping).
Por eso la valuación de los innovadores chinos supera varias veces la de sus homólogos occidentales. Además, China está a la vanguardia del mundo en algunos sectores, desde la transmisión audiovisual en vivo (un ejemplo es Musical.ly, una aplicación para editar y compartir videos) hasta las bicicletas compartidas (Mobike y Ofo superan los 50 millones de trayectos por día en China, y ahora se están expandiendo al extranjero).
Sobre todo, China lidera el mercado de pagos móviles: más de 600 millones de usuarios de dispositivos móviles en China pueden realizar transacciones entre pares casi gratuitamente. Esta infraestructura (que ya procesa muchas más transacciones que el mercado estadounidense de pagos móviles entre terceros) se convertirá en una plataforma para muchas otras innovaciones.
A la par del aumento de capacidad técnica de las empresas chinas, la ventaja de mercado del país se está volviendo una ventaja en materia de datos, algo crucial para el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). La empresa china Face++ consiguió hace poco 460 millones de dólares, la mayor cifra jamás obtenida por una empresa de IA. Las empresas iFlyTek (dedicada al reconocimiento de voz, con un valor de 14.000 millones de dólares), Hikvision (videovigilancia, 50.000 millones) y DJI (drones de uso civil, 14.000 millones), son las más valiosas del mundo en sus respectivos dominios.
Otra tendencia importante que se desarrolla en China es la fusión del ámbito físico con el virtual (online merging with offline, OMO), una tendencia a la que, junto con la IA, apuesta Sinovation Ventures. La idea consiste en la digitalización del mundo físico: empresas que detectan la ubicación, los movimientos y la identidad de una persona y luego transmiten los datos para que sirvan como base de experiencias virtuales.
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Por ejemplo, las tiendas OMO contarán con sensores capaces de identificar a los clientes y determinar su conducta probable tan fácilmente como hoy lo hacen los sitios web de comercio electrónico. La enseñanza de idiomas OMO combinará profesores nativos que darán clase a distancia, asistentes locales que actuarán como animadores, software autónomo para corregir la pronunciación y hardware autónomo para calificar tareas y pruebas. Como China está en posición de reconstruir su infraestructura física, puede asegurarse el liderazgo en OMO.
Sin embargo, aunque China está a la delantera en la digitalización de industrias de consumo, la adopción empresarial de tecnologías digitales está rezagada. Pero puede que esté por cambiar. Una nueva investigación del McKinsey Global Institute halló que en el 2030, tres fuerzas digitales, la desintermediación (eliminar al intermediario), la desagregación (separar los procesos en sus componentes) y la desmaterialización (pasar de la forma física a la electrónica), explicarán (o crearán) entre 10 y 45 % de los ingresos combinados de la industria.
Los actores que sepan capitalizar este cambio lograrán un volumen suficiente para influir en el paisaje digital global e inspirar a emprendedores digitales en todo el mundo. El valor se trasladará de lentas empresas establecidas a ágiles atacantes digitales, armados con nuevos modelos de negocios, y de una a otra parte de la cadena de valor. La destrucción creativa a gran escala erradicará ineficiencias y promoverá a China a un nuevo nivel de competitividad global.
El gobierno de China tiene grandes planes para el futuro del país como potencia digital mundial. El Programa de Emprendedurismo e Innovación en Masa, dirigido por el Consejo de Estado, llevó a la creación de más de 8.000 incubadoras y aceleradoras. Un programa estatal de fondos semilla apoyó con un total de 27.400 millones de dólares a inversores de riesgo y privados (se trata de una inversión pasiva con incentivos de amortización especiales). Las autoridades ahora están movilizando recursos para invertir 180.000 millones de dólares en la creación de la red móvil 5G de China en los próximos siete años, y apoyan el desarrollo de la tecnología cuántica.
El Consejo de Estado también publicó pautas para el desarrollo de tecnologías de IA, con el objetivo de convertir a China en un centro global de innovación en IA en el 2030. El distrito de Xiong’an, actualmente en construcción, puede convertirse en la primera “ciudad inteligente” diseñada para vehículos autónomos. El gobierno también fijó una ambiciosa meta de llegar en el 2020 al 80 % de automatización en la provincia de Guangdong.
Estos proyectos tendrán un impacto inevitable en el mercado laboral, desde el trabajo rutinario de oficina (por ejemplo, servicio al cliente y televenta) y fabril (por ejemplo, líneas de montaje) hasta algunos trabajos que no son rutinarios (como el de choferes o incluso radiólogos). Una investigación reciente del MGI halló que en un escenario de automatización acelerada, entre 82 y 102 millones de trabajadores chinos tendrán que cambiar de trabajo.
Dar capacitación en nuevas tareas a los desplazados será un importante desafío para el gobierno de China, así como evitar que los grandes actores digitales se aseguren monopolios que asfixien la innovación. Pero la decisión del gobierno de abrazar la emergente era digital, aplicar políticas favorables y evitar un exceso de regulaciones ya confirió al país una ventaja considerable.
Kai-Fu Lee es cofundador y director ejecutivo de Sinovation Ventures, una importante empresa de capitales de riesgo que invierte en China y Norteamérica.
Jonathan Woetzel es asociado superior de McKinsey & Company en Shanghai y director en el McKinsey Global Institute. © Project Syndicate 1995–2017