Varios acontecimientos causaron un cambio radical en el mundo de los semiconductores: el uso exponencial de estos en la era digital, la confrontación entre Estados Unidos y China por el liderato global, los efectos de la pandemia en las cadenas globales de logística y, más recientemente, la invasión de Rusia a Ucrania.
Datos muestran cómo a un exceso de demanda insatisfecha se agrega la alta concentración y dependencia del mundo occidental a la producción en Taiwán y China, lo que expone la producción y entrega del producto al conflicto entre potencias y a las tensiones generadas por el reclamo histórico de China sobre Taiwán.
Estados Unidos ya comenzó a cortar los lazos de interdependencia con China (fenómeno de desacoplamiento) en bienes relacionados con la tecnología que pongan en riesgo la seguridad nacional, y la no dependencia de los chips entre naciones es una de sus máximas prioridades.
La concentración en una sola compañía radicada en Taiwán, la TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), dueña del 50 % del mercado global de chips y del 92 % de los semiconductores más avanzados, crea una inconveniente y peligrosa dependencia de Taiwán, lo que ha movilizado a los Estados Unidos a recuperar en su territorio la producción de chips mediante la promulgación de la ley The Chip and Science Act, con un presupuesto de $53.000 millones.
¿Dónde está la oportunidad para Costa Rica? En una reciente publicación del Foreign Policy, el experto Rischi Iyengar alababa la importancia de esta pieza legislativa y del esfuerzo e inversiones que varias productoras están realizando en diferentes partes de los Estados Unidos, pero el gran obstáculo que han enfrentado es un faltante de talento en ciencias, ingenierías y profesionales técnicos que los Estados Unidos no cuenta entre sus ciudadanos. Un reflejo de ello es que los estudiantes más avanzados en ingenierías en ese país son internacionales.
Teniendo a Intel, universidades públicas y privadas de muy alto perfil y respeto en el mundo, un nivel de desempleo juvenil de los más altos en la historia, dotemos de recursos nuestra educación y mediante alianzas públicos-privadas abramos programas para la formación de nuestros jóvenes en las áreas dinámicas de las carreras STEM.
La autora es politóloga.