Columnistas

Colón fuerte, economía acalambrada y BCCR sin pantaloneta

Desde hace tiempo dijimos que la obsesión por mantener un tipo de cambio bajo como ancla contra la inflación era una estrategia miope. Hoy estamos viendo los efectos

Desde hace ya bastante tiempo venimos advirtiendo, con preocupación, sobre los efectos de un tipo de cambio excesivamente bajo sobre la competitividad de la economía costarricense. Nuestra inquietud surgía, sobre todo, ante la aparente indiferencia del Banco Central de Costa Rica hacia un tema tan sensible y determinante para una economía pequeña, abierta y profundamente integrada al comercio internacional.

Como bien dice el refrán: “Para verdades, el tiempo”. Y todo apunta a que, lamentablemente, el tiempo nos da la razón. Nos interesa señalar algunos de los calambres que ya empieza a mostrar la economía costarricense como resultado del peculiar –y cada vez más extraño– manejo de la política monetaria.

Primer calambre. Estancamiento de las exportaciones de servicios y dolor de cabeza en el turismo. Las cifras del propio BCCR cuentan una historia poco alegre. A inicios de 2023, las exportaciones de servicios crecían a un ritmo de 18%. Pero al cierre de 2024, el entusiasmo se desinfló: el crecimiento fue de apenas 0,6%.

¿La explicación? Nada compleja. La llegada de turistas lleva medio año en caída, y no es por culpa del clima ni por falta de lugares que visitar en el país. Varios medios internacionales y expertos coinciden en el diagnóstico: Costa Rica se ha vuelto carísima, insegura, y los visitantes lo están pensando dos veces para venir.

Segundo calambre: Desaceleración económica que empieza a impactar al sector real. Es un hecho que este año la economía crecerá menos que el anterior (hasta los mismos organismos internacionales lo señalan). El entorno externo es menos favorable, pero también es evidente que la economía costarricense lleva más de dos años operando bajo condiciones financieras poco amigables para la producción y la inversión.

Hace poco, el BCCR volvió a publicar su Índice de Condiciones Financieras –una herramienta útil que, curiosamente, había quedado en pausa justo cuando algunos economistas empezamos a señalar sus implicaciones–. Los resultados no sorprenden: el tipo de cambio apreciado, las tasas de interés reales elevadas y una inflación muy baja han seguido ejerciendo presión negativa sobre la actividad económica. Lo llamativo es que la misma entidad que produce el índice parece no tomarlo muy en cuenta en sus decisiones. Un poco como encender la alarma y luego actuar como si no la hubiéramos oído.

Tercer calambre: Recaudación fiscal debilitada. En una economía como la costarricense –altamente importadora y donde muchos bienes se transan en dólares (lo cual, dicho sea de paso, no es un pecado)–, basta entender un poco de economía empresarial para anticipar lo que ocurre cuando el tipo de cambio cae de forma tan brusca. Los ingresos de las empresas en colones son menores, y el resultado esperable es menores utilidades, y por tanto, menor recaudación tributaria.

Esto no es una teoría. Ya van dos años consecutivos en que los ingresos fiscales se ven significativamente impactados por la apreciación del tipo de cambio, y el propio Ministerio de Hacienda lo ha reconocido públicamente. Así como el tipo de cambio afecta a las empresas, también afecta al Estado y su capacidad de financiar servicios públicos esenciales: educación, programas contra la pobreza y, por supuesto, la seguridad ciudadana, que hoy todos exigimos.

Cuarto calambre: La marea bajó… y quedó claro quién se estaba bañando sin pantaloneta. Un riesgo cada vez más evidente es que el BCCR se ha obsesionado más en sus modelos que en lo que realmente está ocurriendo fuera de estos. Mientras tanto, el entorno cambió. Costa Rica se ha vuelto un destino menos competitivo para producir, exportar y atraer inversión extranjera directa. Y justo ahora, cuando más se necesita agilidad, nuestro principal socio e inversionista externo –Estados Unidos– está replanteándose costos y considerando relocalizar parte de su inversión hacia su propio territorio.

No se trata de afirmar que un tipo de cambio competitivo, por sí solo, garantiza inversión o permanencia de las empresas. Pero lo contrario sí es cierto: un tipo de cambio persistentemente apreciado se convierte en un factor disuasivo, sobre todo en un contexto donde cada dólar de inversión se analiza con lupa. ¿La estrategia país no era seguir apostándole a apoyar la atracción de IED con el fin de crear más trabajos y generar riqueza?

El problema actual: Desde hace tiempo advertimos de que la obsesión por mantener un tipo de cambio bajo como ancla contra la inflación era una estrategia miope. Insistimos en que sostener artificialmente esa apreciación tendría consecuencias, y hoy estamos viendo los efectos. Lo más preocupante no es solo la decisión en sí, sino que algunos jerarcas y especialistas aún afirman que no hay evidencia de que el tipo de cambio esté afectando la economía real, ignorando datos del propio BCCR que dicen lo contrario.

El esquema de metas de inflación en Costa Rica, al menos en teoría, parece claro: una meta puntual del 3%. Sin embargo, en la práctica ha mostrado notorias inconsistencias. El Banco Central ha postergado en varias ocasiones la fecha en que se alcanzaría ese objetivo. Primero, se esperaba para 2024; luego, para inicios de 2025, y ahora se anuncia que podría lograrse hasta el tercer trimestre de este año. Lo peculiar es que, pese a las políticas supuestamente orientadas a cumplir la meta, esta nunca se concreta. ¿Podemos seguir hablando de un esquema de metas de inflación si no se toman las medidas necesarias para alcanzarla?

A esto se suman otros problemas. Por un lado, los niveles de dolarización del crédito son hoy más altos que hace dos años. Al mismo tiempo, las empresas transnacionales se ven forzadas a ingresar aún más dólares para cubrir planillas y servicios, lo que alimenta un círculo vicioso. Por otro lado, el tipo de cambio apreciado no protegió a los hogares más vulnerables. Por el contrario, abarató el consumo de bienes duraderos, especialmente entre los quintiles de mayores ingresos, lo que impulsó una demanda que, a pesar del colón fuerte, hoy comienza a mostrar signos claros de desaceleración.

Al final, el colón se fortaleció… pero la economía se acalambró. Mientras tanto, el BCCR sigue buscando en qué parte de la playa se le quedó la pantaloneta.

dortiz@cefsa.cr

Luis Liberman y Daniel Ortiz son economistas.

Dólares tipo de cambio
Un tipo de cambio persistentemente apreciado se convierte en un factor disuasivo, sobre todo en un contexto donde cada dólar de inversión se analiza con lupa. Ilustración: Shutterstock (Shutterstock/Shutterstock)

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