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¿Cómo debe lidiar África con los recortes de ayuda externa?

Para tener el control de su futuro financiero, los países africanos deben ser capaces de financiar servicios esenciales como la salud sin depender de la ayuda externa

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Se aproxima una tormenta mundial y África está justo en su camino. Con Donald Trump como presidente, Estados Unidos ha congelado $40.000 millones de dólares de financiación para la USAID, eliminando el 83% de las donaciones. También los países donantes europeos están introduciendo drásticos recortes en sus compromisos de ayuda externa, señal de un cambio de prioridades más amplio. Los efectos devastadores ya se sienten en toda África, sobre todo en sectores como la atención de la salud, la educación y los servicios sociales, que por mucho tiempo han dependido de la ayuda externa.

Los gobiernos africanos llevan décadas supeditados a la ayuda extranjera, y a menudo eso ha implicado descuidar la creación de sistemas de financiación locales sostenibles. Pero esta oleada de recortes pone de manifiesto una verdad incómoda: la ayuda externa es intrínsecamente poco fiable. Puede ser objeto de interrupción, reducción o redirección en cualquier momento y sin previo aviso, y suele estar sujeta a los vaivenes políticos de los países donantes.

Por eso esta crisis financiera debe obrar como un llamado de atención. Los países africanos deben recuperar el control de su futuro, adoptando estrategias audaces e innovadoras que permitan cubrir los faltantes de financiación y crear sistemas sanitarios resilientes y autosuficientes.

Para ello, los gobiernos africanos deben invertir en soluciones de financiación locales para los servicios públicos esenciales. En el sector sanitario, el objetivo principal debe ser lograr la cobertura universal, a través de un sistema de atención primaria de salud (APS) sólido y bien financiado. La mayoría de las iniciativas sanitarias financiadas por donantes (vacunación, atención infantil, nutrición, saneamiento y control de enfermedades) son competencias naturales de la APS. Según la Organización Mundial de la Salud, hasta el 90% de las necesidades de atención médica de las personas se pueden atender en el nivel de la APS.

De modo que poner el acento en la prevención de enfermedades y la promoción de la salud sigue siendo la forma más rápida y eficiente de mejorar los indicadores sanitarios en África. Medidas de APS preventivas como la vacunación infantil, la detección temprana de la hipertensión, la atención prenatal y los servicios de nutrición pueden lograr una reducción significativa de las tasas de mortalidad de madres y niños menores de cinco años. La malnutrición por sí sola contribuye a casi la mitad de las muertes en esta franja etaria, lo que subraya la necesidad urgente de la atención temprana comunitaria.

Por desgracia, aunque ya han pasado más de cuatro décadas desde que, en 1978, la Declaración de Alma‑Ata definió la APS como base de la atención médica equitativa, muchos de sus objetivos siguen sin cumplirse. Por eso, los gobiernos africanos deben crear mecanismos de financiación independientes para el área de la salud, que garanticen la accesibilidad y la rendición de cuentas a largo plazo.

Los seguros de salud ofrecen a los países africanos una oportunidad de aprovechar sus tradiciones culturales, que hacen hincapié en la responsabilidad colectiva y el apoyo comunitario. El pueblo zulú de Sudáfrica vive según el principio ubuntu («yo soy porque tú eres»), así como el pueblo igbo de Nigeria sostiene la idea de ìgwèbụ̀íké («fuerza en la unidad»). Estos valores arraigados reflejan la esencia de los seguros de salud: proteger a las personas mediante la puesta en común de los recursos.

Ruanda y Marruecos ofrecen modelos atractivos para el refuerzo y la extensión de los sistemas de APS. El seguro de salud comunitario de Ruanda, extendido a todo el país en 2004, cubre a más del 90% de la población, lo que lo convierte en uno de los modelos de financiación sanitaria más eficaces de África. Obtiene sus fondos de una combinación de primas de los afiliados, aportes del gobierno, donaciones internacionales y otros mecanismos. También cuenta con el apoyo de unos 59.000 trabajadores de la salud comunitarios, que ofrecen un enlace vital entre los hogares y los servicios formales. El programa lleva dos décadas reduciendo las barreras financieras y descentralizando la prestación de servicios, para llevar la atención médica a las comunidades que más la necesitan.

En Marruecos, el gobierno introdujo en 2005 un sistema nacional de seguro de salud con dos componentes, la Assurance Maladie Obligatoire (AMO) para los trabajadores del sector formal, y el Régime d’Assistance Médicale para los informales. En 2022, ambas partes se consolidaron en el programa AMO‑Tadamon, que da a los beneficiarios acceso a prestadores públicos y privados.

Pobladores de una aldea en Mozambique deben caminar largas distancias para conseguir agua. Foto: Archivo AFP (YASUYOSHI CHIBA/AFP)

Esta reforma no solo alivió la presión sobre los centros de salud públicos, sino que también promovió el acceso equitativo mediante la financiación estratégica; la cobertura del seguro pasó de solo 15% en 2005 a casi 80% en la actualidad. En 2023, el Banco Mundial aprobó un préstamo de $450 millones en el marco de su programa de resultados, con el objetivo de promover la cobertura de salud universal en Marruecos y aumentar el acceso a atención de calidad.

Lograr la cobertura universal en África es una necesidad urgente, ya que el continente afronta un aumento de enfermedades no transmisibles (ENT) como hipertensión, cardiopatías, diabetes y cáncer. En conjunto, las ENT (alentadas por dietas poco saludables, estilos de vida sedentarios y un consumo excesivo de alcohol y azúcar) cobran 41 millones de vidas al año, de las que 32 millones corresponden a países de ingresos bajos y medios.

Ante la reducción de la ayuda externa, los gobiernos africanos deben adoptar políticas audaces que fomenten estilos de vida más saludables y aumenten los ingresos nacionales. Una solución posible es la política tributaria. Como muestra el informe de la OMS sobre el cobro de impuestos al azúcar, gravar las bebidas azucaradas reduce el consumo y disminuye el riesgo de obesidad y diabetes. Los expertos asistentes al reciente Foro de la Alianza Mundial contra las ENT subrayaron la necesidad de reforzar los impuestos selectivos al consumo en África para frenar la creciente epidemia de ENT y generar fuentes de ingresos sostenibles para la inversión en salud pública.

Sudáfrica y México son prueba de lo que es posible lograr con esta clase de medidas. México introdujo un impuesto de un peso por litro sobre las bebidas azucaradas a partir del 1.° de enero de 2014, y su consumo se redujo un 7,6% en el bienio 2014‑2015. En Sudáfrica, un impuesto sobre el azúcar aprobado en 2018 generó una reducción del 51% en la compra de bebidas azucaradas, 52% en el consumo de calorías y 29% en el volumen de bebidas compradas por persona y día.

Las remesas de la diáspora ofrecen una fuente de financiación prometedora y sostenible. A la par de la incesante «fuga de cerebros» africanos, las remesas crean una poderosa «ganancia de cerebros» que aporta un flujo estable de fondos al continente. En 2024, las remesas a África superaron los $100.000 millones (más que la ayuda extranjera); un 20% de esa cifra correspondió a emigrantes nigerianos. En el nivel mundial, las remesas llegaron en 2020 a $590.000 millones, mucho más que la ayuda oficial al desarrollo ($180.000 millones) y los desembolsos filantrópicos ($70.000 millones). Si los países africanos hubieran destinado al seguro de salud apenas el 1% de las remesas, los $100.000 millones enviados por la diáspora africana en 2024 habrían generado mil millones de dólares para atención médica, y el continente estaría más cerca de lograr la cobertura de salud universal.

Pero para liberar todo el potencial de las remesas, los gobiernos africanos deben mejorar la gobernanza, reforzar la rendición de cuentas y fomentar una relación de confianza con las comunidades de la diáspora. Por supuesto, África no es un continente monolítico. Hay que adaptar las soluciones al contexto de cada país y complementar esfuerzos más amplios en pos de impulsar la movilización de recursos locales.

Pero una cosa está clara: la independencia duradera depende de la autosuficiencia financiera. Para tener el control de su futuro financiero, los países africanos deben ser capaces de financiar servicios esenciales como la salud sin depender de la ayuda externa.

Ifeanyi M. Nsofor es médico sanitarista e investigador en ciencias del comportamiento; forma parte del consejo asesor de Global Fellows en el Atlantic Institute. Traducción: Esteban Flamini. © Project Syndicate 1995–2025

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