Son muchas las frases reveladoras en los audios de la presidencia divulgados por La Nación, pero una me interesó en especial como comunicador. Es de don Rodrigo Chaves: “Yo quiero que conforme vamos pariendo esta chiquita (la estrategia de comunicación), ya lo tengamos claro, cuál va a ser la captura de la agenda para que los medios tengan que ser ellos los que reaccionen y no nosotros”.
Capturar la agenda, es decir, que sus temas, discursos y sesgos monopolicen la atención, mejor para alabarlos, pero incluso para criticarlos, es un objetivo ancestral de los gobernantes. Les facilita apropiarse del debate y, así, aumentar su influencia. Pero el éxito depende tanto de los recursos utilizados desde el poder como de la capacidad de otros actores —mediáticos, políticos o sociales— para desnudar sus triquiñuelas e impulsar temas y enfoques distintos.
Hasta hace poco, Chaves tuvo éxito en definir, casi dominar, los términos de la discusión nacional, no por su sustancia (escasa), sino por sus formas y métodos. Si no, que lo diga la contralora, Marta Acosta, quien se vio obligada a denunciar “una evidente campaña” oficialista que “distorsiona y falsea los hechos” sobre las actuaciones de la Contraloría en torno al Proyecto Ciudad Gobierno.
Las campañas basadas en distorsiones son parte del instrumental inconfesable para capturar agendas, junto con hipérboles, simulacros, insinuaciones, ataques, insultos, rupturas, compra de favores, falsedades y medias verdades. En todos ha sido pródigo el Ejecutivo. Frente a ellos, la capacidad de respuesta y denuncia desde otras instancias ha mejorado, mientras el manejo oficial tropieza y genera fatiga. Su última y fallida —casi inexplicable— torpeza fue pedir a la Fiscalía censurar la divulgación de los audios.
Pero incluso el creciente éxito en contrarrestarlo ha sido reactivo. Resulta indispensable, pero insuficiente. La denuncia es esencial, y mucho la merece. Pero los actores mediáticos, políticos y sociales independientes deberían también impulsar agendas alternas y relevantes, libres de la captura oficial, que escruten a fondo la realidad tangible, revelen problemas, analicen desafíos, potencien iniciativas, detecten esperanzas y estimulen un debate público más sensato y visionario que neutralice los ruidos y odios inducidos.
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El autor es periodista y analista.