La intención del presidente Chaves de someter a referendo varias de sus propuestas ha generado dudas aun entre connotados defensores de la democracia. A mí, me alegra. Espero que proceda, y que se equivoquen quienes consideran que se trata de simplemente desacreditar o poner presión a la Asamblea Legislativa.
Es cierto que el referendo ha sido utilizado por presidentes de América Latina en momentos pico de apoyo mayoritario de la población para, obviando al parlamento, modificar normas que impiden la reelección.
Otros políticos han aprovechado mayorías favorables —previamente construidas— en órganos judiciales con el mismo objetivo.
Lo vivimos en Nicaragua y Costa Rica. Entonces, no son los populismos ni las derechas ni las izquierdas las únicas que han intentado brincarse las asambleas legislativas cuando no favorecen sus intenciones. En esta ocasión, se trataría de programas concretos, los cuales pueden ser positivos o negativos para el país (a esto me referiré más adelante) pero que no contemplan ambiciones personalistas para una reelección.
Una de las preocupaciones de quienes dudan de la conveniencia del referendo es que polarice al país, tal como supuestamente ocurrió en el caso del TLC. Creo que, independientemente de temas específicos, las tensiones o polarizaciones (y el populismo demagógico) que puedan existir en Costa Rica se alimentan del proceso de concentración del ingreso y la riqueza que se ha venido experimentando.
Por lo demás, en esta oportunidad, habría varios asuntos sobre los cuales decidir, lo que significa que la mayoría de los votantes en unos optarán por el sí y en otros por el no; entonces, no habrá espacio para satanizar con epítetos negativos ni a los del sí ni a los del no. Por el contrario, la población se verá inmersa en un fascinante y educativo debate de contenidos.
Cierto, habrá los que votarán sí por todo, porque ciegamente aman al presidente Chaves; y otros votarán no, solo porque ciegamente lo rechazan. Pero esa ridícula razón para tomar posición sobre los diversos asuntos por decidir será la de una minoría cuyo fanatismo le impedirá comprender que ante la diversidad de temas solo la ignorancia atendería criterios de ese tipo.
Objeciones infundadas
Otra de las preocupaciones tiene que ver con las complejidades que se le presentan a la población ante la variedad de cuestiones que se someterían a consulta al mismo tiempo. Sin embargo, esto podría partir de una visión un tanto elitista, la cual atentaría contra la misma esencia de la democracia.
Al otorgar un voto a cada ciudadano en las elecciones, independientemente de si tiene tres doctorados o si es analfabeto, se está presumiendo que el costo de diferenciar de acuerdo con conocimientos es mucho mayor que el que se pueda incurrir con la igualdad total.
Ese sustento no tiene por qué ignorarse en el caso de un referendo, donde, por cierto, los asuntos no tienen la trascendencia de las elecciones generales de cada cuatro años y no están protegidos por el fuerte muro normativo típico de, por ejemplo, un tratado internacional.
Una objeción que no deja de sorprenderme es que el referendo, al prescindir de la Asamblea Legislativa para alguna materia, atenta contra la institucionalidad y el sistema de pesos y contrapesos.
Es exactamente la Constitución la que contempla el referendo. Es el producto de una modificación materializada precisamente por la Asamblea Legislativa, siguiendo paso a paso los procedimientos establecidos en la misma Constitución y en el reglamento legislativo.
Para respetar la institucionalidad, basta con no incluir lo que el artículo 105 de la carta magna excluye. Por el contrario, oponerse al referendo, o a que se consulten asuntos no prohibidos por la Constitución, es estar en contra del Estado de derecho, la institucionalidad y las decisiones del Poder Legislativo.
Sí y no
Así que, con entusiasmo, me preparo para expresar con mi voto las siguientes posiciones en relación con los expedientes legislativos que el gobierno está considerando someter a referendo:
Armonización del mercado eléctrico: votaré no. Debilita aún más las finanzas del ICE y su contribución a la movilidad social, dado que le impedirá seguir cumpliendo con su función de garantizar el acceso universal a los servicios de telecomunicaciones y electricidad a la población de menores recursos. Esta posibilidad fue seriamente afectada cuando se permitió a capitales multinacionales en el negocio de las telecomunicaciones y no debemos seguir por esa ruta.
Cierre de los 5 consejos del MOPT: votaré sí. La atomización del MOPT solo ha servido para incrementar el gasto público y diluir las responsabilidades del ministro de turno en la corrupción y los serios errores de desempeño que constantemente se manifiestan en esos órganos. Voté como diputado (94-98) parte de la desconcentración del MOPT; hoy me arrepiento.
Cierre de órganos desconcentrados de los ministerios de Agricultura y de Ambiente: votaré sí, por las mismas razones citadas en el caso del MOPT.
Ciudad Gobierno: votaré sí. En mi cargo como director del BCIE, trabajé por este proyecto y comparto la mayoría de los argumentos esgrimidos por el presidente Chaves para que el gobierno sea dueño de su casa y deje de pagar alquileres, muchas veces por montos abusivos.
Marina y terminal de cruceros de Limón: votaré sí. Sin la infraestructura adecuada, el negocio del turismo tendrá límites. En este caso no se trata de comenzar de cero, pues ya la visitación por medio de cruceros está consolidada en el país. Además, los limonenses en su gran mayoría quieren vivir de su trabajo y rechazan la violencia y el dinero fácil generado por actividades ilícitas.
Eliminación de tarifas mínimas de colegios profesionales: votaré sí. Los profesionales somos ya un sector privilegiado de la sociedad; nunca he comprendido por qué debe otorgársenos el privilegio adicional de no tener que competir por los clientes con tarifas reducidas.
Jornadas 4-3: votaré sí, aunque debo ver detalles específicos del expediente que finalmente resulte del proceso legislativo. Este tipo de jornadas ayudan al trabajador a liberar tres días a la semana, y así acometer otros emprendimientos, pasear con la familia, pintar o reparar la casa, lavar el carro o la moto, trabajar en un restaurante, etc.; y ayudan a cierto tipo de empresas a mejorar su competitividad y, por tanto, a generar más empleo, impuestos y exportaciones.
Privatización del BCR: votaré no. Seguir entregando los mejores negocios a la empresa privada es seguir concentrando la riqueza. ¡Es el no que escribiré con más fuerza en la boleta! Otra sería mi posición si se le vendiera al Banco Nacional, como lo he propuesto reiteradamente. Así se podría reducir la deuda interna sin necesidad de privatizarlo. ¿Por qué no lo considera, presidente?
Explotación de gas natural: votaré no. El posicionamiento internacional de Costa Rica se origina —junto con la democracia y la eliminación del ejército— en nuestro compromiso con la sostenibilidad. Muchos países nos imitan; ¡qué incomprensible paradoja sería revertir los pasos dados!
Debates de altura
Lejos de oponerme al referendo, más bien quisiera que el presidente Chaves incorporara en la lista de asuntos por consultar el tren eléctrico metropolitano, propuesto por la administración anterior.
Permita que sean los trabajadores que dos veces al día sufren las presas, los retrasos y las ansiedades quienes tomen esta decisión; permita que decida el pueblo comprometido con soluciones amistosas con el ambiente y no los caprichos, los celos y las mentiras.
Entonces bienvenido el referendo. Eso sí, espero que haya posibilidades de informar, en igualdad de condiciones, que haya debates en los medios de comunicación en los cuales participe el presidente como proponente de los temas y que las discusiones sean sobre los asuntos sustantivos y no sobre mentiras.
Espero que se evite la utilización del miedo y las estrategias de persuasión obscurantistas y vergonzosas, ¡aunque no se plasmen en un memorando! Hay lecciones y sería una lástima desaprovecharlas.
Aprecio la oportunidad de ser legislador por un día. Todos los costarricenses deberíamos sentir lo mismo.
El autor es economista.