Como se sabe, lo importante no es necesariamente urgente, y a la inversa. Si bien es cierto la prioridad política fundamental es la elevación de la cultura nacional, la prioridad urgente, o inmediata, es la reactivación de la economía nacional. De hecho, en diversos foros donde me ha correspondido expresar mi opinión, incluso a la fracción del PLN, del cual soy secretario general, he insistido en que, más que enfocarse en los tributos, lo preeminente es tomar decisiones encaminadas a reactivar la economía.
Por ello el tema amerita reflexión. Veamos. La reactivación económica en Costa Rica debe impulsarse sobre seis pilares. El orden en que los analizaré, no implica su importancia.
El primero radica en la simplicidad legal o bajo costo de legalidad. ¿Qué es esto? La complejidad legal se refiere al costo en tiempo, recursos y dinero en que incurre quien desea iniciar o sostener una empresa. En su estudio sobre las restricciones al entorno competitivo de las empresas latinoamericanas, el investigador Emilio Zevallos documentó profusamente las estadísticas que demuestran cómo el alto costo de complejidad legal incide negativamente en la activación de la economía doméstica.
Así, uno de los parámetros para reactivar la economía nacional consiste en implementar una política pública que promueva una baja complejidad legal de operación. Para ello, es indispensable aprobar medidas hacia ese objetivo, como lo son, por ejemplo, la simplificación del silencio positivo contemplado en nuestra legislación administrativa, o también levantar un inventario desregulatorio que permita medidas tendientes a minimizar dicha complejidad y su costo.
El segundo parámetro se refiere a los bajos costos operativos generales de la actividad empresarial. Con excepción de los salarios, que preferiblemente deben ser crecientes, todo gobierno debe priorizar políticas públicas que promuevan la reducción del costo de los recursos no humanos, como lo son la energía y demás recursos de capital que son indispensables para operar. Léase recursos financieros, o por ejemplo el precio de los diferentes instrumentos y herramientas de operación, entre otros.
Esto porque los bajos costos en esos rubros son un elemento determinante que hace que el inversionista decida asentarse en un país, o bien mantenerse en él. Y algo que incide gravemente en la operatividad de una empresa nos refiere al tercer pilar de toda reactivación económica, que estará condicionado por la constancia en la inversión y modernización de la infraestructura nacional.
El esfuerzo sostenido en infraestructura es casi tan importante como la educación del pueblo. Tan fundamental es, que representa un rubro en el que incluso amerita que el país se endeude, pues siempre devolverá con creces el dinero destinado en ello. Y adviértase algo en este aspecto: además de que es esencial invertir en infraestructura, esto debe hacerse siempre con celeridad. En materia de infraestructura los atrasos en tiempo resultan exponenciales en aumento de costos, perjuicio para la sociedad y obstáculos para su ejecución. Anoto esto porque, a la hora de invertir en infraestructura, no basta una mera valoración de costos, sino, además, debe justipreciarse qué tan ágiles y rápidos son los mecanismos de ejecución y contratación de los proyectos.
En ese sentido, no queda otra opción que la concesión de obra pública, pues hasta hoy la experiencia nos ha demostrado la inoperancia de figuras como el fideicomiso, o los contratos con la Unops, cuya demora en la ejecución no solo encarece la obra, sino que finalmente la torna inviable. Tal como sucedió con el fideicomiso de la autopista a San Ramón.
Cuarto pilar. El cuarto pilar es una sostenida política de atracción de inversiones. Vale advertir que un país como el nuestro no debe limitarse exclusivamente a la promoción de inversión en alta tecnología. Debe existir un régimen laboral que regule la industria en alta tecnología, y otro diferenciado para la industria de bajo impacto tecnológico. Esa que contrata trabajadores de baja escolaridad. La nuestra es una sociedad en donde existen aún importantes segmentos poblacionales con bajos índices educativos, y, pese a ello, debemos reconocer que hemos menospreciado las inversiones de baja tecnología, como lo es, por ejemplo, la industria textilera y maquiladora de poco valor agregado en conocimiento.
Actuamos como si Costa Rica fuese un país exclusivamente habitado por ingenieros. Muchísimas jefas de hogar y ciudadanos de baja escolaridad vivían de la industria de bajo impacto tecnológico.
Un gran causante del aumento de nuestro desempleo es el hecho de que prácticamente toda esa industria ha emigrado a los países vecinos, pues tenemos una política hostil hacia ellas. Solo un ejemplo, ¿por qué no se le ha ofrecido a ese tipo de industria, zonas económicas con un régimen de carga social diferenciado? ¿O acaso preferimos que esas empresas se vayan a los países vecinos y se ensanchen aquí nuestros índices de desempleo?
Quinto pilar. El quinto pilar de la reactivación tiene que ver con un viraje de la política vocacional en la educación. Las estadísticas nos indican que la fuerza centrífuga de nuestra vocación educativa sigue siendo la formación para el empleo. Y, además, usualmente dirigida a actividades asociadas a la ciencia social: léase docentes, administradores, abogados, economistas y contadores, entre un largo etcétera exclusivamente dominado por dicho entorno del conocimiento.
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Sin embargo, otros aspectos que hoy son indispensables para insertar a Costa Rica en la competencia mundial, como lo es el estímulo de la vocación emprendedora, o el fomento de los currículos referidos al entorno tecnológico, científico y de ingenierías, todavía son prácticamente inexistentes en este país. Ofreceré solo un caso para ilustrar. Si bien es cierto Costa Rica cuenta con excelentes ingenieros especialistas en estructuras o en hidrología, contamos con poquísimos especialistas en carreteras. Y es imposible dar el salto al desarrollo con una vocación curricular orientada al limitado epicentro de la ciencia social.
Sexto pilar. El sexto pilar, el más importante de todos, es el que tiene que ver con la cultura nacional. Cuando escribo de cultura nacional no me refiero a la acepción referida a las bellas artes, sino a la cultura que fundamenta los preceptos de vida cuya finalidad es forjar el carácter humano.
La cultura es la que nos enseña a vivir, pues es la que forja los criterios que son indispensables en el camino de la existencia. Las sociedades cultas no lo son porque estén informadas. La cultura es algo superior a los datos; implica principios anteriores al conocimiento.
Es la formación que nos permite entender el valor de todo cuanto percibimos y experimentamos. Sin ella, las sociedades no tienen posibilidad alguna de prosperidad económica.
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El autor es abogado constitucionalista.