Asesinó a casi 300 personas, apresó a muchas más y reprimió a miles con salvajismo. Manejó lo peor de la pandemia con total desdén por la vida. Atacó a las madres de los presos políticos, a periodistas y sacerdotes. Rodeó e invadió iglesias. Allanó y silenció medios independientes. Canceló cientos de organizaciones no gubernamentales, partidos políticos y hasta las academias de ciencias y de la lengua. Cerró universidades. Encarceló a los posibles candidatos presidenciales de oposición y se impuso en un proceso electoral sin legitimidad alguna. Generó oleadas de migrantes y exiliados. Tomó las oficinas de la OEA y forzó la salida de sus representantes. Abrió las puertas para el ingreso y permanencia de tropas rusas. Lo más reciente: asaltó y se apoderó de cinco alcaldías opositoras y expulsó a las misioneras de la caridad.