Costa Rica ha sido el epicentro de la diplomacia regional en los últimos días. Las visitas sucesivas del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, así como el anuncio de que vendrá el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, revelan que el país conserva su atractivo como plataforma diplomática y comercial de la región para el mundo.
No es casualidad. La geopolítica regional nos ubica en el ojo del huracán. Centroamérica vuelve a ser noticia por las razones incorrectas. La crisis de gobernabilidad, la violencia, la inseguridad y las nulas oportunidades económicas para una enorme fracción de los centroamericanos —sobre todo del triángulo norte— han exacerbado la migración hacia los Estados Unidos.
En Honduras y Guatemala, impera un panorama político tenso, inmerso en el descontento popular, las acusaciones de corrupción, el narcotráfico y el debilitamiento institucional.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, desafía la independencia de poderes con acciones de intimidación contra la Asamblea Legislativa, la remoción del fiscal general y la elección de jueces afines en la Sala de lo Constitucional.
Mientras escribo estas líneas, amigos y colegas seguían presos en Nicaragua —junto con muchos otros— por haberse atrevido a postulase a las próximas elecciones, un nuevo asalto a los valores de la libertad, los derechos humanos, la libre expresión y la democracia.
Por supuesto, no debe dejarse de lado que las visitas del dignatario español y el secretario de Estado de los EE. UU. se dan pocos días después de la adhesión oficial de Costa Rica a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Este hecho coloca al país dentro de un grupo selecto de 38 naciones que se comprometen a mantener una economía abierta, ejercer una democracia pluralista, garantizar el respeto de los derechos humanos y promover la convergencia económica.
Costa Rica sigue destacándose en el plano de las relaciones comerciales internacionales. Prueba de ello son los nombramientos recientes de dos ilustres costarricenses a la cabeza de las instituciones más notables del comercio global: Anabel González, directora adjunta de la Organización Mundial del Comercio, y Rebeca Grynspan, al cargo de secretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo.
Igualmente, es de gran relevancia la decisión del Banco Interamericano de Desarrollo de trasladar la sede a Costa Rica del Departamento de Países de Centroamérica, Haití, México, Panamá y República Dominicana.
Relaciones con Estados Unidos y Europa. La revitalización de las relaciones bilaterales de EE. UU. y Costa Rica surge de la toma de posesión del presidente Joe Biden.
Estados Unidos es el principal destino de nuestras exportaciones y es el origen de la mayoría de las inversiones extranjeras directas que recibe el país. Se calcula que en Costa Rica residen por lo menos 120.000 ciudadanos estadounidenses; antes de la pandemia, llegaron hasta 1,4 millones de turistas de esa nación; y el país es el lugar latinoamericano preferido para estudiar en el extranjero.
Las preocupaciones de Estados Unidos se concentran alrededor de nuestra desdicha de ser ruta natural del narcotráfico y la cercanía reciente con China. Por encima de todo, ambos Gobiernos comparten valores de libertad y democracia desde hace 200 años.
Con la Unión Europea, el Reino Unido y Suiza, aparte de las estratégicas relaciones comerciales y la membrecía en la OCDE, tenemos una coincidencia absoluta en la promoción del desarrollo sostenible, la lucha contra el cambio climático, particularmente, y por supuesto una visión compartida del bienestar del ciudadano.
Para los europeos es crucial que Costa Rica funja como plataforma para la proyección hacia el resto de la región, en los ámbitos político y económico.
El futuro inmediato. Está claro que la próxima administración debe construir una estrategia de relaciones internacionales políticas y comerciales que aproveche el súbito interés que ha despertado Centroamérica en nuestros principales socios y aliados, así como el ser miembro de la OCDE y el papel destacado en organizaciones de desarrollo económico, como la UNCTAD y la OMC.
Esta estrategia debería tener como propósito cimentar nuestro papel como columna diplomática, punto de encuentro y facilitador del diálogo, pero también como promotor del progreso social, el desarrollo económico y la apertura comercial en el ámbito regional y multilateral.
El papel de Costa Rica como convocante, moderadora y facilitadora del diálogo es inherente a nuestra identidad y tradición democráticas. Es una responsabilidad que el país asume con naturalidad y que lo coloca de manera preponderante dentro del concierto de naciones.
No obstante, la situación en la región, y de manera específica en Nicaragua, exige una postura firme que demande, en primer lugar, la liberación de los presos políticos y, en segundo, prever y anticipar los riesgos posibles para Costa Rica a raíz del conflicto nicaragüense. Debe evitarse a toda costa que el problema se trivialice en la próxima contienda electoral.
El autor es economista.