El Banco Central elevó la tasa de política monetaria (TPM) en dos puntos, lo que la llevó al 7,5% anual. La medida fue adoptada como forma de combatir la inflación. La idea es incrementar el costo financiero de invertir y de endeudarse para adquirir viviendas o artículos de consumo.
De esta forma se pretende reducir la demanda agregada de la economía y la presión sobre los precios. La estrategia intenta entonces disminuir el crecimiento del PIB como forma de combatir la inflación.
Sin embargo, la medida podría no ser la más atinada aun en términos del objetivo buscado, dado que la inflación no obedece a un incremento en la demanda local, sino que se trata de una inflación de costos importada.
Dada la pequeñez de la economía costarricense, una reducción en la demanda interna no incidiría en los precios internacionales, por lo que con la medida se estaría apuntando contra el blanco incorrecto.
Esa estrategia tiene sentido en el caso, por ejemplo, de Estados Unidos, cuyo peso en los mercados mundiales es tal que una política restrictiva por medio de incrementos en la tasas de interés sí podría mitigar presiones inflacionarias (aunque, dado el origen de la inflación actual, el efecto final posiblemente sea mínimo. A esto me referí en mi artículo del 4 de mayo en este mismo medio).
Consecuencias negativas
Elevar la tasa de política monetaria incidiría en la inflación, pero no porque una ralentización de la economía nacional reduzca los costos de las importaciones, sino porque el incremento en la TPM fortalece el valor del colón y, por tanto, reduce el precio local de lo importado y lo exportado.
Creo que en la obsesión antiinflacionaria típica de los bancos centrales no hay sacrificio, en relación con variables reales como el desempleo y el PIB, en el que no estén dispuestos a incurrir, con tal de mostrar buenos resultados en variables nominales, como el tipo de cambio y la inflación.
En este caso, el fortalecimiento del tipo de cambio, no porque se haya reducido el déficit comercial o se haya incrementado la inversión extranjera, sino de manera artificial por medio de una decisión política, tiene consecuencias negativas en varios frentes.
Para empezar, el fortalecimiento del colón por medio de un incremento en la TPM sin mejoras en la productividad deteriora los términos de intercambio, la competitividad de la economía y la balanza comercial.
El sector productivo sufrirá tanto por el incremento en el costo del financiamiento de su inversión y su capital de trabajo como por la apreciación de la moneda. Esto, aunado a la reducción de la demanda agregada, traerá como consecuencia una caída en el crecimiento del PIB (ya afectado por la debilidad de la economía mundial) y, por consiguiente, una reducción en la recaudación tributaria.
Además, el costo de las renovaciones de la deuda en colones se incrementaría. Lo anterior repercutirá en el déficit fiscal, tanto porque aumentará el déficit primario como porque se elevarían los pagos de intereses sobre la deuda en colones del Gobierno.
Ruta de la recesión
La situación de las finanzas públicas es ya frágil, pero las decisiones sobre la TPM, aunadas al incremento en las tasas de interés internacionales y el estancamiento económico mundial, hace muy difícil que logremos estabilizar la relación deuda/PIB. Esto, debido a que se aleja la posibilidad de lograr que el crecimiento del PIB sea mayor que la tasa de interés sobre la deuda más el déficit primario.
No tengo problemas con una política económica proactiva que distorsione las fuerzas del mercado con el fin de materializar fines superiores. Pero, en este caso, utilizar la TPM con el propósito de disparar contra variables que no son causa de la inflación y de artificialmente fortalecer el colón podría dar al traste con objetivos macroeconómicos que han ido alcanzándose con enormes dificultades y retrasaría la recuperación de la actividad productiva e impediría el mejoramiento de la situación social de miles de costarricenses.
El programa monetario basado en el concepto de metas de inflación es conveniente, pero cuando se trata de una economía pequeña (tomadora de precios) la inflación importada debe ser la referencia fundamental para la fijación de las metas.
Si la meta es muy inferior a la inflación importada se requeriría un fuerte comportamiento compensatorio en los precios de los bienes y servicios no transables, lo cual solo es posible, en las circunstancias actuales de la economía mundial, con una fuerte recesión local. Pareciera que esa es la ruta escogida por el Banco Central.
Creo que las autoridades del Banco deben volver a la mesa de dibujo para elevar la meta de inflación a partir de la importada. Solo así se evitarían las consecuencias fiscales, productivas y sociales de la elevada TPM requerida para mantener las metas de inflación fijadas hace varios años, cuando no había crisis de contenedores, ni sanciones comerciales a Rusia, ni cierres parciales de la economía china.
El autor es economista.