El 22 de febrero, el Concejo de San Carlos clamó al Ejecutivo para declarar emergencia por la alta contaminación de agua con mercurio en Crucitas. El 2 de marzo, se emitió la declaratoria. Un par de días después, los diputados Gilberto Campos, del PLP, y Leslye Bojorge, del PUSC, pidieron acciones semejantes en seguridad y educación. Hasta ahora no han sido atendidas. No hay razón para hacerlo.
Lo digo porque tales declaratorias distan mucho de ser pócimas mágicas para resolver problemas estructurales, muy distintos a los eventos súbitos y traumáticos ante los cuales sí hay que intervenir con urgencia. Lo que ocurre en Crucitas, y en los ámbitos de educación y seguridad, es resultado de fallas en el diseño, ejecución, liderazgo y seguimiento de políticas públicas. Por ello, son desafíos que deben abordarse con acciones sistémicas, metódicas y a largo plazo. Las declaratorias de emergencia son lo contrario; por ello, pueden volverse poses que desvíen la atención de lo sustantivo y, lejos de resolver, agudicen los problemas.
La contaminación en Crucitas surgió por desacertadas decisiones, prejuicios, extremismo ambientalista, incapacidad, desenfoques y desinterés, acumulados por años. La emergencia permitirá, por lo menos, activar recursos para atender una punta de este enorme iceberg y cuidar la salud de la población. Esto la justifica puntualmente. Pero los males de fondo son de tal calado que, si no se atienden estructuralmente, seguirán empeorando. Ante ellos, se impone la buena gobernanza.
Lo mismo, pero acrecentado, puede decirse sobre los descalabros en educación y seguridad. En sus casos, las emergencias por decreto (¿sobre qué aspectos específicos, señores diputados?) distorsionarán la adjudicación de recursos y esfuerzos con sentido estratégico, y actuarán como placebos que, por su ineficacia y desconexión con la complejidad de los casos, los empeorarán.
Los humanos somos dados a buscar efectos inmediatos o mágicos: saldré de pobre con el premio mayor, por ejemplo. Es lo contrario de la buena acción política (y personal, añado). Las soluciones deben tejerse con hilos fuertes, diseños transparentes y operadores diestros, no coserse con retazos dispersos. Dejemos las emergencias para los “estados de necesidad y urgencia” inesperados de que habla la ley. El resto es humo.
Eduardo Ulibarri es periodista, profesor universitario y diplomático. Consultor en análisis sociopolítico y estrategias de comunicación. Exembajador de Costa Rica ante las Naciones Unidas (2010-2014).
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