FIRMAS PRESS.- No he podido averiguar a ciencia cierta por qué Raúl Castro autorizó la aparición de Carlos Lage pidiendo «cambios profundos».
Se trata del exvicepresidente cubano purgado hace unos años junto con Felipe Pérez Roque, excanciller. He preguntado a los expertos en la nomenclatura cubana.
El Dr. Pedro Roig la atribuyó a la arteriosclerosis de Raúl y a que nunca ha sido acusado de ser inteligente. Era, por supuesto, una «boutade». Si alguien está consciente de que el general no da puntada sin hilo, es este historiador y abogado, exdirector de Radio y Televisión Martí.
La indagación me llevó a otro punto. Se trataba de un tiro por elevación. El blanco real era Miguel Díaz-Canel. El presidente de Cuba está en aprietos. Lo asustan con la presencia de Lage.
Si su estrategia represiva contra los muchachos del 15 de noviembre sale mal, le pasan la cuenta. No tiene el respaldo de nadie ni de ninguna institución. El partido no lo quiere. Los generales tampoco.
«El titiritero Raúl Castro le demostró que si puede reaparecer a Lage, puede desaparecerlo a él, a Miguel Díaz-Canel». Pudiera ser cierto, pero eso es evidente. Si Raúl le pide la renuncia a Díaz-Canel, tiene que dársela, aunque se disfrace de patriota.
«Tiene que ver con algo absolutamente diferente: el Vaticano». Cuba ha penetrado (con perdón) al papa Francisco. Hay cardenales que responden a La Habana.
El papa no se enteró de que sería expulsado del Vaticano un pacífico cubano que oraba de rodillas en la plaza. Fue una intriga de los servicios cubanos en contubernio con la seguridad del Vaticano. El papa está rodeado. Está en juego una continuación del triángulo que llevó a Obama a La Habana: la Iglesia católica, representada por el cardenal cubano Jaime Ortega Alamino, Washington y Raúl Castro.
La Iglesia cubana ya no forma parte de la ecuación. Al morir Ortega Alamino, y ser designado otro cardenal cubano, desapareció todo vestigio de raulismo en las filas del clero cubano.
El régimen de La Habana tiene un enorme interés en que continúe el intercambio y que el presidente Joe Biden le levante las sanciones impuestas por Donald Trump.
Invitaron a Cuba al cardenal Patrick O’Malley, pese a su amistad con Xavier Suárez, exalcalde de Miami y padre de Francis Suárez, actual alcalde de la ciudad.
No obstante, para esconder la razón última del viaje, antes, lo pasearon por República Dominicana, como si fuera un recorrido habitual.
O’Malley, que no tiene un pelo de tonto, conoce el juego de la seguridad cubana, y sabe que Obama se equivocó al entregar todas sus cartas sin recibir nada a cambio. No le recomendaría nada semejante a Joe Biden.
Es tanto el interés del régimen cubano en que se levanten las sanciones del gobierno estadounidense contra la Isla que está dispuesto a hacer campaña para que se declare santo a Félix Varela, un cura cubano del siglo XIX, exiliado, sabio e independentista, quien fue párroco en Nueva York durante el grueso del éxodo de los católicos irlandeses como consecuencia de las malas cosechas de papas o patatas.
Raúl Castro no tiene los resabios de su hermano Fidel contra la Iglesia católica. Cuando su hija Mariela le pidió al padre Carlos Manuel de Céspedes que bendijera su matrimonio con un italiano, Raúl Castro estuvo de acuerdo… siempre que se tratara de algo público y notorio. No estaba dispuesto a que fuera una ceremonia secreta.
Lo que está claro es que el revulsivo es la protesta del 15 de noviembre. De lo contrario, no se hubieran quejado en «Cubadebate», un pasquín electrónico que recoge el «legado» de los Castro.
@CarlosAMontaner
Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor.