El fiasco gubernamental en que terminó la propuesta del etanol debe dejarnos un mal sabor de boca por diversos motivos. En primer lugar, porque las autoridades aún no aceptan la derrota. Zapote simplemente ha decretado una retirada estratégica durante la cual promete bombardearnos con propaganda —para eso sí hay plata— sobre los supuestos méritos del plan. El presidente, incluso, insulta nuestra inteligencia al instarnos a ver videos en YouTube que, según él, desmienten decenas de informes técnicos y científicos acerca de los efectos perniciosos del biocombustible.
El episodio también muestra a un Carlos Alvarado divorciado de la difícil realidad económica que atraviesa el país. En momentos cuando el de por sí alto costo de vida está por subir más por la llegada del IVA y los otros impuestos del paquete fiscal, el presidente debería estar viendo de qué manera le aliviana el golpe a la gente. Pero Alvarado más bien pretende asfixiar aún más a los costarricenses encareciendo los combustibles —además de los gastos en que los dueños de vehículos tendrían que incurrir para protegerse del efecto corrosivo del etanol—.
El presidente también ha mostrado una terquedad que resulta preocupante e indignante. Aun cuando los medios han documentado los efectos negativos del etanol, Alvarado afirma que insistirá porque “baja el precio y contamina menos”, dos falsedades ampliamente demostradas en las últimas semanas. Con declaraciones de ese tipo, el mandatario empieza a sonar como Luis Guillermo Solís y la manera como tergiversaba los hechos para hacer avanzar sus obcecaciones ideológicas.
Dicha arrogancia quizás tiene que ver con la convicción de verse como “en el lado correcto de la historia”. Por creer que tienen la razón moral de su lado, los progresistas sienten que eso los exime de demostrar la factibilidad de sus propuestas con hechos o datos. El plan de descarbonización de Alvarado, lejos de ser un proyecto serio y detallado, es un ejercicio de postureo moral cuyo único objetivo tangible es conseguir portadas en diarios internacionales.
Mientras nos desgastamos debatiendo sobre etanol y descarbonización, la agenda de reactivación económica existe solo en la imaginación de la Casa Presidencial. Está claro que esa no es la prioridad de Carlos Alvarado. Lo alarmante es que todavía le quedan tres años de gobierno.
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El autor es analista de políticas públicas.