Costa Rica amanece hoy lamiéndose las heridas de lo que ha sido una de las campañas más tirantes en épocas recientes. Somos un país dividido por la ideología, la religión y la geografía. Aun así, debemos poner las cosas en perspectiva. No somos los únicos en el tiempo y el espacio en esta coyuntura: otras democracias enfrentan retos similares –o peores– al nuestro. Generaciones previas de costarricenses también vivieron episodios de profunda división política, incluso violentos. Hay maneras de salir de este lodazal.
Primero, debemos lidiar con los desafíos que el siglo XXI le está arrojando a democracias consolidadas como la nuestra. El elefante en el cuarto es el papel que desempeñan las redes sociales como megáfonos de masas que otrora no tenían voz. Estas herramientas han democratizado el acceso y la oferta de información, pero su lado oscuro está en cómo se prestan para la manipulación de noticias y el endurecimiento de sesgos y prejuicios ideológicos.
Es posible que la acrimonia que predominó en las redes sociales durante esta campaña sea tan solo una etapa tempranera de inmadurez en un proceso de aprendizaje que nos conducirá a su uso más responsable. Estas tecnologías llegaron para quedarse, de tal forma que, o aprendemos a dominarlas, o ellas contribuirán al deterioro irremediable del debate político nacional.
No debemos olvidar que las diferencias de opinión son consustanciales a una sociedad pluralista. En lugar de satanizar la divergencia, hay que saber tolerarla. En ese sentido, es imprescindible reconocer la legitimidad de quienes nos adversan y que discutamos sin cuestionar de inmediato la integridad y las intenciones de nuestras contrapartes.
Precisamente porque somos un país diverso –y que estas diferencias nos enriquecen– debemos aspirar a ser una de esas naciones donde ciertos pilares de convivencia social gozan de un alto grado de consenso. “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, lo resumió Benito Juárez. Eso apunta a una Costa Rica donde cada persona sea dueña absoluta de su vida, anhelos y sueños, y donde el respeto a la autonomía individual constituye la base para una convivencia pacífica.
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Si logramos sobrevivir a la administración Alvarado, podemos volver a intentarlo en el 2022.
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