En Costa Rica, el tercer riel de la política es cualquier cosa que cuestione a la Caja Costarricense de Seguro Social, vista por muchos como el pilar fundacional del “Estado social de derecho”. Prueba de ello es que, por lo general, cuando la CCSS incurre en dificultades —largas listas de espera, un sistema de pensiones rumbo a la bancarrota, etc.—, los políticos llaman a salvar a la institución, no al asegurado.
La CCSS está detrás de uno de los problemas más apremiantes de la última década: el marcado deterioro del mercado laboral, el cual se refleja en un persistente alto desempleo (11,3 %) y una creciente informalidad (46,1 % de la población económicamente activa). Esto, a su vez, explica en gran medida que, al primer trimestre del 2019, el ingreso mensual promedio de un trabajador —ajustado por inflación— sea inferior al que recibía en el primer trimestre del 2011. Estamos bien encaminados a una década perdida en cuanto a bienestar económico.
Pero parece que el tercer riel criollo está perdiendo su voltaje. Cada día más voces señalan correctamente las altas cargas sociales como una de las principales causas de la informalidad. También se está cuestionando de manera más abierta la negativa de la CCSS a permitir a las personas cotizar por tiempo real trabajado, así como la persecución contra los trabajadores independientes con cotizaciones y multas retroactivas desproporcionadas.
La mejor política social a la que puede aspirar el país es a tener un mercado laboral robusto, dinámico y generador de empleo formal con salarios crecientes. Irónicamente, es en el interés de la CCSS que eso suceda, pues implicaría más asegurados y finanzas más sólidas. Por eso, debemos perderle el miedo al tercer riel y entrarle con todo a ese debate.
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El autor es analista de políticas públicas.