El 1.° de abril Costa Rica deberá elegir entre dos tipos de fanatismos: el religioso y el progresista. Ambos se perciben como los abanderados de la virtud y ven con desprecio, sino hasta con odio, a quienes los cuestionen. Sus causas son nobles, por lo cual no permiten el disenso. Unos claman defender la familia y los valores tradicionales. Los otros dicen representar el amor y la tolerancia. Pero la actitud de ambos es la misma: o están con nosotros, o están en contra nuestra.
El bloque religioso supeditó toda la elección a un solo tema: su oposición a la llamada “ideología de género” –en particular, al matrimonio igualitario–. Fue tal su rechazo a la opinión consultiva de la Corte-IDH, que no chistó en volcar su apoyo a un pastor evangélico sin mayor preparación académica o equipo de gobierno, simplemente porque fue el que manejó el discurso más incendiario al respecto. No les importó nada más: ni el déficit fiscal, el desempleo o el aumento de la criminalidad.
Este grupo llama “nazi fascistas” (sic) a quienes nos oponemos a sus planes, que básicamente consisten en suplantar las leyes por su interpretación del Evangelio –para ellos, el resto del país debe conducirse de acuerdo con sus creencias cristianas–. Su triunfo en la primera ronda, ha envalentonado a algunos elementos, al punto que se han reportado episodios de agresiones contra minorías sexuales en espacios públicos. Una joven madre de familia dijo en televisión que los homosexuales merecen la muerte –al parecer está en la Biblia–.
El fanatismo progresista no propone lapidar a sus críticos –aún– pero sí es apto de lincharlos en las redes sociales. Si no está de acuerdo con ellos, usted es ignorante, retrógrado y misógino. Los caracteriza un aire de superioridad moral e intelectual. Por eso, la corrupción siempre es obra de los demás. Al igual que los religiosos, son inmunes a la evidencia y les importa poco o nada la economía –quizás porque muchos son jóvenes que en sus vidas nunca han tenido que tomar decisiones adultas sobre cómo asignar recursos escasos, mucho menos generar riqueza–. Su nirvana es una Costa Rica que regresa al campo y en donde la paz social se logra teniendo felices a los sindicatos.
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Estos fueron los dos grupos que acudieron con más entusiasmo a las urnas el 4 de febrero. Ahora nos corresponde escoger al bando que le haría el daño más fácilmente reparable al país.
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El autor es analista de políticas públicas.