El sábado atracó en APM Terminals el primer barco comercial. Según el índice de competitividad global, estamos en la posición 109 de 140 países en infraestructura portuaria. De ahí el júbilo con el que el sector productivo recibió la embarcación, ya que representa el fin del monopolio de Japdeva –y de su sindicato– sobre el trasiego de carga en el Atlántico. Aun así, no debemos olvidar la enorme oposición que en su momento enfrentó ese contrato de concesión de obra pública. Con Halloween a la vuelta de la esquina, valdría la pena ponernos el disfraz de cómo sería Costa Rica si las fuerzas antiprogreso se hubieran salido con la suya en esa y otras ocasiones.
El ejercicio implica hacer las de Ebenezer Scrooge y viajar al pasado, cuando el país supuestamente se sumió en una “larga noche neoliberal”. En ese universo paralelo, no habría ocurrido la apertura bancaria, una de las decisiones más controvertidas en los noventa. No disfrutaríamos de la innovación en productos y servicios que trajo la competencia –como la gran penetración de los cajeros automáticos–. Los costarricenses todavía seríamos víctimas recurrentes del tortuguismo, cuando hacer cualquier trámite en los bancos del Estado requería un viacrucis de varias horas.
Años más tarde, las fuerzas antiprogreso saldrían airosas en su oposición a la llegada de Intel a Costa Rica. Perderíamos así la oportunidad de posicionarnos como foco atractivo de inversión para empresas de manufactura tecnológica. Como resultado, el país tendría una oferta exportable más limitada, centrada mayormente en productos agrícolas y textiles. En eso, nos asemejaríamos a nuestros pobres vecinos centroamericanos.
El muñeco Chucky quedaría listo con el triunfo del No en el referéndum del TLC con EE. UU. Eso nos habría dejado como el único país de la región sin un acuerdo bilateral con nuestro principal socio comercial –y a merced de preferencias unilaterales que expiran en el último año de la proteccionista administración Trump–, y representaría la continuidad de los monopolios en telecomunicaciones y seguros. Aún veríamos gente haciendo fila a las 3 a. m. por una línea celular.
Suena de terror, pero la reciente huelga demostró que el país continúa siendo rehén de las fuerzas antiprogreso en muchos otros ámbitos. Es hora de exorcizar esos espíritus también.
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