Ernesto Jinesta, Jonathan Mauri, Gloria Valerín, Zarela Villanueva. Son solo cuatro casos sonados recientes, pero uno podría fácilmente llenar esta columna con los nombres de individuos que se han aprovechado de la ley para hacerse de millones a costa de los contribuyentes. Para nuestra desgracia, ellos no son la excepción a la regla; son la regla. En nuestro país, la injusticia está legalizada.
Frédéric Bastiat ya lo advirtió en 1848: “Cuando el saqueo se convierte en el modo de vida de un grupo de hombres en una sociedad, no tardarán en crear un sistema legal que lo autorice y un código moral que lo glorifique”. Parece estar describiéndonos 170 años después.
A lo largo de las décadas hemos creado un elaborado andamiaje legal que autoriza el saqueo de unos contra otros. Se trata de una “ley del más fuerte” donde nadie suelta prenda de sus gollerías: los sindicatos amenazan con paralizar el país si les tocan sus convenciones colectivas y pluses salariales. Los taxistas hacen desmanes porque no quieren competir con Uber. Los universitarios se tiran a las calles si no les dan aumentos desproporcionados al FEES. Los agricultores bloquean vías si les abren sus mercados a las importaciones. Los cooperativistas no quieren pagar impuestos. Los colegios profesionales defienden sus feudos a como dé lugar. Y hasta el Poder Judicial paraliza la justicia si se meten con sus pensiones de lujo.
Como pronosticara Bastiat, el lenguaje también está al servicio de este sistema de saqueo generalizado. En Costa Rica lo conocemos como “Estado social de derecho”. A los privilegios se les trata de “derechos adquiridos” y sus beneficiarios genuinamente creen tener derecho al dinero ajeno. En este universo, quienes “roban” son más bien los contribuyentes que tratan de quedarse con un poco más de la plata que produjeron. Si alteramos este orden expoliador –nos advierten los grupos de presión– corremos el riesgo de perder nuestra preciada “paz social”. Como si fuera poco, las Cortes han desarrollado una tesis llamada “el principio de progresividad” para hacer intocable el sistema.
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Bastiat llegó a describir al Estado como la ficción jurídica mediante la cual todo el mundo trata de vivir a expensas de los demás. Esa es nuestra triste realidad, con el agravante de que solo somos capaces de ver el privilegio en el ojo ajeno.
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