¿Se equivocó David Cameron al convocar un referendo sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea? La pregunta parece redundante si vemos el caos en el que el brexit sumergió la política británica. Al ex primer ministro se le acusa de inventarse la consulta con el fin de mantener unido a su partido y salvar su liderazgo. Al perder la apuesta, le legó a su país la mayor crisis institucional de la posguerra.
“Fracasé”, admite Cameron en sus recién publicadas memorias. Sin embargo, su mea culpa no se refiere a la decisión de sostener el referendo, sino de haberlo perdido y cómo lo perdió. El ex líder conservador insiste en que la posición del Reino Unido en la Unión Europea era insostenible dada la cambiante naturaleza del bloque y la acumulación de poderes en Bruselas tras la crisis de la eurozona. Y ofrece una prueba difícil de refutar: antes del 2014, todos los partidos habían planteado la necesidad de un referendo sobre la membrecía en la Unión Europea. De hecho, la Cámara de los Comunes votó abrumadoramente a favor de la convocatoria, 544 votos contra 53.
Así, Cameron sería el chivo expiatorio de lo que más bien es un suicidio colectivo. Sin embargo, hay un elemento que dificulta su exoneración. Según diversos sondeos, la “cuestión europea” aparecía en el fondo de las preocupaciones de los británicos en los años que precedieron el llamado al referendo. El verdadero temor de Cameron era que un segmento grande de sus votantes conservadores desertaran al partido nacionalista de Nigel Farage en las elecciones del 2015. Para aplacarlos, les prometió el voto. El resto es historia.
“Un líder más fuerte no habría seguido el curso de Cameron”, señala el comentarista Steve Richards. Tiene razón. Hacer política pensando en complacer a las bases es una apuesta que tarde o temprano pasa la factura. Un líder prudente sabe anteponer el interés nacional a las pasiones partidistas de corto plazo.
Aquí, en Costa Rica, las principales preocupaciones de la gente son la situación económica, el desempleo y el alto costo de vida. Eso debe concentrar la atención de nuestros políticos. Apaciguar a una base electoral con agendas polarizantes no solo es irresponsable, sino que muchas veces termina siendo una soga al cuello para quienes lo plantean. Si no, pregúntenle a David Cameron.
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El autor es analista de políticas públicas.