Costa Rica está en vísperas de una crisis como no hemos visto en cuarenta años. Si creemos que la actual coyuntura es difícil —con un desempleo del 22 % y un 30 % en pobreza—, no hemos visto nada aún.
A esos indicadores se les sumarían pronto una fuerte devaluación, un aumento súbito de la inflación y una inestabilidad generalizada del sistema financiero (debido a que mucha gente está endeudada en dólares a pesar de que percibe ingresos en colones). También existe la posibilidad de un default.
La trayectoria está clara y, si no hacemos nada —o lo suficiente— por revertirla, en unos cuantos meses nos enfrentaremos a dicho escenario. Nuestro mayor desafío es psicológico. Como señaló un amigo en las redes sociales, “había un país que solo sabía nadar como perrito y en eso llegó una tormenta”. La pandemia exacerbó muchos de los problemas arrastrados durante una década. Para evitar un descalabro, debemos apelar a algo que no está en nuestro ADN: pensar en grande.
Además, caímos en un círculo vicioso. Quienes están llamados a explicar a la población la gravedad de la situación son los políticos, pero estos temen la reacción de los votantes. Deja más réditos electorales prometer soluciones fáciles, fantasiosas o irresponsables. Por ejemplo, a pesar de estar en los albores de una crisis, la máxima prioridad del gobierno, hasta hace poco, era impulsar un tren eléctrico que requería un subsidio anual de unos $100 millones que nunca pudo explicar de dónde saldrían.
Urge que los gobernantes sigan tres pasos: 1) Hablar con franqueza a los costarricenses sobre la naturaleza y magnitud de la crisis que enfrentaríamos en pocos meses si seguimos la trayectoria actual; 2) identificar y explicar a la población las reformas que necesitamos para evitar ese escenario; en este punto también es imperativo que los tomadores de decisiones se guíen por la evidencia internacional; y 3) que nuestra clase política tenga el valor de ejecutar la agenda de ajustes estructurales a pesar de la feroz resistencia que habrá de ciertos gremios.
El primer paso es el fundamental: si la gente no entiende la gravedad de la situación, difícilmente aceptará las medidas necesarias para escapar de la crisis que se nos viene encima.