La memoria universal acoge la diversidad de lo generado por la inteligencia humana, pero está permanentemente amenazada. A diario, contra la heredad de los saberes atentan accidentes y eventos naturales, guerras y conflictos civiles o internacionales, actos colectivos bárbaros o individuos ignorantes que perpetran crímenes contra los conocimientos, a veces incurriendo en desastrosas acciones producto de simpatías y antipatías personales o grupales.
Las embestidas al variopinto patrimonio del conocimiento global arremeten contra la inmensa obra que todos construimos permanentemente, y, desafortunadamente, a veces hieren el legado testimonial del pensamiento de los tiempos, nuestra dote común, doblegándolo o en el peor de los casos desapareciéndolo, consciente o inconscientemente.
Una persona o un pueblo sin memoria histórica fragiliza su porvenir y devienen sensibles víctimas de opresión, pues es más sencillo doblegar a los amnésicos que a quienes blanden las herramientas defensivas que otorga la recordación del pasado. Por ello no deben escatimarse los esfuerzos por preservar la memoria de los tiempos y de los pueblos.
Fiel a esa motivación, en 1992 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) coordinó y propulsó el Programa Memoria del Mundo (MoW: Memory of the World) para concientizar y fortalecer la memoria colectiva como acervo de las naciones, salvaguardando su rica pluralidad y difundiendo de manera constante el caudal documental de la humanidad.
El MoW se solidificó como un útil programa de asesoramiento, capacitación y asistencia práctica, propiciando un intercambio de información para fomentar la mayor comprensión y el diálogo entre los territorios del planeta, sustentándose en el respeto mutuo, la dignidad de los pueblos y la promoción de la paz.
Las memorias del mundo
Para figurar en el MoW, los países seleccionan propuestas valiosas para la historia del proponente, ya sean surgidas de individuos destacados o de movimientos sociales excepcionales.
El amplio menú incluye artesanías, documentación y diarios personales, mapas y esculturas monumentales, entre otras cosas con valor universal y único, susceptibles de nutrir el intercambio de experiencias y conocimientos.
La ruta para alcanzar declaratorias MoW tiene tres segmentaciones. Primero, el ítem debe cumplir un proceso para figurar en el Registro Nacional. Es una declaratoria local y Costa Rica tiene algunas.
La segunda categoría apela al Registro Regional, que es una declaratoria más amplia, internacional pero zonal: en nuestro caso es para América Latina y el Caribe.
La tercera categoría es el Registro Mundial de Patrimonio Documental de la Humanidad. Bienalmente, el Comité Consultivo Internacional (IAC: International Advisory Committee) selecciona las nominaciones de los Estados miembros del programa, emitiendo su criteria y, si resulta favorable, la propuesta se indexa dentro del repertorio mundial.
Ese es el mayor escalafón dentro del MoW e implica un compromiso del país para defender lo propuesto y sus valores como justificantes para la proyección mundial.
Todos los procesos son complejos. Requieren tiempo y de arduas gestiones. Por eso en el 2014, al iniciar mi gestión como embajador ante la Unesco, desde nuestra misión diplomática nos orientamos a procurar que Costa Rica ingresara al más alto nivel del MoW.
Nuestro país signaba varias convenciones en la Unesco y contaba con declaratorias para sitios patrimoniales naturales, culturales e intangibles. En el MoW figuraba en los registros nacional y regional, pero no contaba con ninguna declaratoria mundial.
Para conseguirla, en el 2015, el Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR) recurrió a documentos de su acervo y emanó una acertada selección y consolidación documental. De manera osada, pero justificada, con el acompañamiento de dicha institución en el 2016 nuestra misión diplomática lanzó no una, sino dos candidaturas de Costa Rica como nominaciones para integrar el Registro Mundial de Patrimonio Documental de la Humanidad.
Se trataba de un par de referentes señeros para la construcción de la paz, el consenso y la defensa de los derechos humanos: los fondos correspondientes a la Corte de Justicia Centroamericana y el Decreto N.º 249 de la Junta Fundadora de la Segunda República, tocante a la abolición del ejército en Costa Rica.
Abolir violencia y sembrar justicia
En la embajada, la causa fue atendida vinculando al despacho presidencial de la República, a los Ministerios de Relaciones Exteriores y Culto, y de Cultura y Juventud por medio del ANCR como custodio de lo propuesto; y se trabajó con el Comité Costarricense de Memoria del Mundo, la Comisión Costarricense de Cooperación con la Unesco y la Oficina Regional de la Unesco en San José.
Presentados los atestados, arrancó el cabildeo. El tema de la Corte de Justicia Centroamericana sorprendió favorablemente por tratarse de la primera en su tipo, pero el asunto de la abolición del ejército tuvo sus bemoles: extraoficialmente, la propuesta era desautorizada en corrillos por algunos países productores de armas y por otros beneficiados por las guerras. Pese a algunos roces, el fruto maduró y la candidatura fue aceptada.
La consecución de apoyos abarcó meses hasta la reunión del IAC, acaecida del 4 al 27 de octubre del 2017, la cual definió el ingreso de Costa Rica por primera vez en el Registro Mundial de Patrimonio Documental de la Humanidad y el país se incorporó con una dupla de declaratorias de impacto: testimonios de que una democracia podía sobrevivir desarmada.
Los fondos exhibían ante el mundo la práctica de una cultura de paz y de resolución de conflictos mediante tribunales, privilegiando vías de entendimiento y legales, por encima de las bélicas.
La directora general de la Unesco dio el espaldarazo al firmar la aprobación definitiva el 30 de octubre. El 15 de noviembre, en el ANCR, se informó al país del éxito del proceso.
Con aquel triunfo, Costa Rica hizo un sólido aporte para fortalecer la memoria colectiva, exportando nutrientes para el pacifismo y exhortando hacia lo consensual, no solo como conceptos, sino también como compromisos activos.
Justamente orgullosos, con las declaratorias de valor patrimonial universal para la Corte de Justicia Centroamericana y para la abolición del ejército en Costa Rica inscritas dentro del Programa de Memoria del Mundo de la Unesco, el país afirmó que, proponiéndoselo, podía declararle la paz al mundo.
El autor es escritor.