La demografía podría estar entre los factores capaces de salvar a los Estados Unidos de un segundo gobierno de Donald Trump, autor del primer atentado contra el traspaso pacífico del poder en esa primigenia nación democrática. La demografía podría contribuir, también, a minar a la única democracia de Oriente Próximo, establecida en Israel por generaciones de políticos ilustrados.
En los Estados Unidos, el padrón electoral se verá alterado, entre la elección de Trump en el 2016 y su nuevo intento en el 2024, por la transformación neta de un 20 % del electorado. En ese período, 32 millones de miembros de la generación Z, nacidos a partir de los años 90, habrán cumplido 18 años o más. En el otro extremo de la división etaria, unos 20 millones de ciudadanos habrán fallecido.
Según los estudios de opinión, la generación Z es menos propensa a identificarse con un partido político. Se mueve por temas concretos y, en su mayoría, coincide con las causas impulsadas por el Partido Demócrata, desde los derechos reproductivos de la mujer hasta el repudio al racismo. Es la generación más educada y menos religiosa de la historia. Además, les gusta votar. Entre los mayores, eliminados de las listas electorales por la biología, muchos conservaban la propensión a mantener una identidad partidaria y, con frecuencia, republicana. La religión tenía mayor peso y el nivel educativo era menor.
En Israel, por el contrario, el voto joven contribuyó a establecer el gobierno más derechista de la historia, cuya reforma judicial podría desembocar en un poder ejecutivo sin los frenos y contrapesos distintivos de los regímenes democráticos. Muchos de esos votantes provienen de hogares ultraortodoxos, donde las tasas de natalidad son muy superiores. Desde 1988, esos sectores han duplicado su tamaño.
El nacionalismo religioso es el destino político natural de esas nuevas generaciones. El Estado de Israel se fundó en 1948, pero la derecha, representada por el Likud, tardó 29 años para ganar su primera elección, y era un Likud mucho menos radical. También era más grande y dependía menos de los aliados nacionalistas y ultraortodoxos para formar gobierno.
Israel también tiene una juventud educada, impulsora de una de las industrias tecnológicas más pujantes del planeta y piedra angular de su poderío económico y militar. Está por verse si esa generación logrará imponerse al cambio demográfico mientras en los Estados Unidos sus pares nadan con la corriente a favor.
Laboró en la revista Rumbo, La Nación y Al Día, del cual fue director cinco años. Regresó a La Nación en el 2002 para ocupar la jefatura de redacción. En el 2014 asumió la Edición General de GN Medios y la Dirección de La Nación. Abogado de la Universidad de Costa Rica y Máster en Periodismo por la Universidad de Columbia, en Nueva York.
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