No hay la menor duda: en Costa Rica vivimos la cultura de la desconfianza. Tanto en el sector público como en el privado, encontramos procesos diseñados pensando más en el control que en el servicio al cliente. Trámites que no se pueden hacer por teléfono porque el sujeto podría no ser quien dice ser, comercios donde revisan los bolsos a los clientes a la salida, cámaras situadas encima de la caja registradora para grabar tanto al cliente (potencial asaltante) como al empleado (potencial desfalcador), y la lista es de nunca acabar.
En ocasiones anteriores, me he referido al blockchain, sobre la cual está operando el bitcóin, como una tecnología que provee confianza. Esto porque las transacciones registradas en un blockchain son inmodificables, es decir, no puede ser hackeado. Lo grabado en un blockchain queda para siempre, y puede ser verificado.
Si se cometiera un error, no puede ser escondido, por fuerza hay que hacer otra transacción para corregirlo, y ambas acciones quedan registradas para siempre.
También, en el pasado, me he referido a cómo la transparencia genera confianza y la confianza reduce los costos de transacción (porque no se necesitan tantos controles).
La posibilidad que ofrece blockchain de verificar todas las transacciones produce una gran transparencia, la cual elimina la necesidad de utilizar un “tercero de confianza” (por ejemplo un banco) para efectuar transacciones con cualquier grado de complejidad de manera segura. Lo que no estoy seguro es si la ausencia de la desconfianza implica necesariamente confianza.
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Lema. En la comunidad blockchain se utiliza con frecuencia la frase “desconfíe y verifique”. La posibilidad de verificar todas las transacciones elimina la desconfianza, pero no estoy seguro si eso es lo mismo que la confianza (como la necesaria para darle la firma digital y el PIN a otra persona). Pero tampoco estoy seguro de que ese tipo de confianza sea necesaria.
Un buen ejemplo es la contabilidad. Ya inventaron una contabilidad por partida triple. Cada transacción genera un crédito y un débito (como siempre) pero, además, crea una transacción en un blockchain.
Esa simple modificación al sistema contable hace a la auditoría innecesaria y redundante. Si bien faltan varios años para que ese tipo de contabilidad se generalice, es fácil ver cómo la tecnología de blockchain está derrotando la desconfianza, al proveer un sencillo mecanismo de verificación.
Pero un blockchain también puede contener contratos inteligentes, es decir, efectuar transacciones automáticas al presentarse ciertas condiciones (llegar a una fecha, o a un tipo de cambio, o tasa de interés, o resolución de una Corte, o una combinación de muchas condiciones).
Un blockchain también puede contener información confidencial, por ejemplo, el expediente médico, donde estarían registrados las visitas, los diagnósticos, las recetas etc., y el paciente, como dueño de los datos, puede brindar o denegar acceso a ciertos o todos sus datos.
Otro ejemplo es el registro de accionistas de las empresas, donde el acceso a los datos está codificado en un contrato inteligente, tornándose, así, innecesario tener que confiar en la institución encargada de cuidar la información. De hecho, la institución sería innecesaria para ese fin.
Criptomonedas, como bitcóin, es tan solo uno de los casos de uso de blockchain. Ciertamente es un uso bastante disruptivo (para la industria financiera y sus reguladores), pero el poder del blockchain va mucho más allá.
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En Costa Rica. Ya en Costa Rica existe una comunidad de más de 500 miembros, en proceso de convertirse en asociación, con el fin de promover el estudio, el entendimiento y la utilización de tan valiosa tecnología.
Hace unos meses, con el patrocinio y organización de Fiserv, se llevó a cabo un programatón, donde participaron casi 200 muchachos que durante un fin de semana se dedicaron a programar un sistema basado en blockchain para hacer votación segura desde un teléfono. La aplicación ganadora será donada a una fundación dedicada a promover la democracia. También, recientemente, se instaló un cajero automático en San José, donde los bitcoines pueden ser adquiridos.
Estoy claro de que la imaginación es una importante barrera para la adopción de tecnologías novedosas, pero no me cuesta imaginar, ni creo que sea difícil poner en operación, un sistema blockchain donde se registren el presupuesto del Estado y sus instituciones, junto con la recaudación, la deuda y las ventas, y, por supuesto, todas las transacciones efectuadas.
Esto posibilitaría contestar siempre, en tiempo real, preguntas que los ciudadanos suelen hacerse acerca de dónde se gastan sus impuestos o quiénes se benefician de los dineros de tal o cual institución.
Sería posible construir un enorme observatorio de las finanzas del sector público, disponible para todos los ciudadanos desde su teléfono o computadora en tiempo real (cuando algo se registra en un blockchain queda disponible para ser consultado porque no hay procesos de cierre, ni ajustes, ni cosa que se le parezca).
Casos de uso como el anterior son considerados por algunos como “transparencia radical”. A mí me parece más importante la simplificación de procesos que eso traería. Un sistema donde todo se puede verificar elimina la necesidad de controlar a los agentes que efectúan las transacciones, pues estas mismas proveen un rastro indeleble que causaría el castigo inmediato de cualquier malhechor.
La frase “desconfíe y verifique” bien podría convertirse en algo mucho más grande que el lema de una comunidad de tecnólogos.
El autor es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.