Los científicos se resisten a atribuir fenómenos atmosféricos individuales al cambio climático y el calentamiento global. Ya no dudan de la existencia de esos factores y su efecto sobre el clima en general, pero no los utilizan para explicar casos específicos. Afirman, por ejemplo, que el calentamiento global incide en el súbito desarrollo y creciente violencia de los huracanes, pero rehúsan señalarlo como causa de un ciclón en particular, que puede haber ocurrido por razones independientes de las alteraciones del clima, causadas por la emisión de gases de efecto invernadero.
Las olas de calor ocurren naturalmente, pero las temperaturas alcanzadas en junio en diversas y distantes regiones del planeta obligan a descartar toda explicación ajena al cambio climático. La humanidad acaba de experimentar el mes de junio más caliente desde el inicio de las mediciones en 1850. Julio va por el mismo camino y nada hace prever alivio en agosto.
Ciudades en América, Asia y Europa sufren temperaturas próximas a 40 grados Celsius. En muchas el calor supera esa medida y se torna peligroso, especialmente para ancianos y personas obligadas a permanecer a la intemperie. Un estudio reciente habla de 61.000 muertes atribuibles al calor en Europa el verano pasado.
Los costarricenses, particularmente los del Valle Central, apenas podríamos creerlo. Hubo días de calor, pero nada próximo al infierno desatado sobre otras latitudes. En San José, hasta hemos disfrutado de tardes frescas. La principal amenaza es una sequía apenas incipiente y sus efectos en el suministro de agua, la generación eléctrica y la agricultura, pero por lo general no experimentamos en cabeza ajena y mientras las penas no se materialicen, existe la tentación de ignorarlas.
En enero del 2019, Donald Trump utilizó su cuenta en Twitter para comentar la ola de frío en la región central oeste de su país y preguntó “¿qué diablos ocurre con el calentamiento global?”. “Por favor, regresa pronto, ¡te necesitamos!”, clamó.
La interrogante pasará a los anales de la estupidez precisamente porque el calentamiento global es una tendencia a lo largo de décadas. Las olas de frío seguirán presentándose mientras el planeta se calienta. Serán menos frecuentes e intensas, mientras su opuesto ocurre más seguido y con mayor fuerza. Esto es lo que está pasando y no nos debemos dejar confundir por la experiencia inmediata, como lo hizo Trump cuando reclamó el retorno del calor. Hoy, el clima lo está complaciendo.
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Armando González es editor general del Grupo Nación y director de La Nación.