Conferir el título de doctor “honoris causa” al escritor y profesor Alfonso Chase Brenes es un acto de justicia y una decisión acertada del Consejo de la Universidad Nacional. Desde que publicó Los reinos de mi mundo, en 1966, ha elaborado una amplia y diversificada producción inscrita en géneros literarios como el de la poesía, el cuento, la novela, el ensayo o los libros destinados a la infancia.
Mucho también habría que decir de su trabajo pionero de rescate y difusión de la obra de escritores costarricenses. Por ello, se puede afirmar que Chase, durante más de 55 años, se ha consolidado como un incansable trabajador de la cultura, y es por antonomasia una figura clave para comprender el desarrollo social de la Costa Rica de finales del siglo XX y principios del XXI.
Como si se tratara de tejer, con la palabra poética, la memoria de su tiempo, Chase nos dice: “Todo hubiera sido perfecto si no existieran los recuerdos”, y de esa manera comienza su novela Los juegos furtivos (1968), y es que durante décadas se ha esforzado no solo por salvaguardar acontecimientos de la historia colectiva y personal, sino también por elevar la conciencia crítica de diferentes generaciones.
Ha de ser por ello que en ese mismo texto afirma: “El recuerdo existe. No lo invento”. Es Costa Rica, en su obra, la casa habitada por una familia dispar y compleja, y ha de ser por ello que, en 1976, señala en su Libro de la patria: “Aquí la mano dulce de la abuela inscribió los nombres de los hijos y puso en orden el nacimiento de los nietos”.
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Voces de los maestros
En las paredes de su estudio cuelgan los retratos de maestros como Joaquín García Monge, Eunice Odio, Yolanda Oreamuno, Lilia Ramos o Carlos Luis Fallas, y en sus páginas se escuchan, de manera perenne, esas voces.
Jamás los evoca como parte del vetusto pasado, pues estas figuras, en sus libros, cobran absoluta actualidad y se vuelven necesarias para comprender el presente y repensar el futuro. Se piensa, por ejemplo, en monseñor Víctor Manuel Sanabria, expresado por medio de versos: “Con el látigo hermoso. Con la voz clara como un vaso. Con el pie en el suelo y el corazón entre el pueblo”.
No solo existe el Chase escritor y creador de ficciones, pues también se conoce al investigador que hurga en periódicos, revistas y libros del pasado, y que ofrece antologías de autores costarricenses de los que se conocía poco. Debe pensarse en sus recopilaciones de textos de Carmen Lyra, Lisímaco Chavarría o Max Jiménez.
Fueron estudios precursores que permitieron desempolvar páginas y abrieron el camino a otros investigadores que ofrecerían nuevos debates sobre la literatura costarricense. Tan amplio es su aporte que nos legó El libro de maravillas (2000), una rica colección de expresiones del folclor y la cantiga límpida de la niñez.
Sus fuentes de pensamiento
También tenemos a un Alfonso hermético, cuidador de una biblioteca personal integrada por libros portadores de visiones religiosas y filosóficas de Oriente y Occidente. En su práctica literaria, rememora al evangelista san Mateo con la misma frecuencia que lo hace en sus conversaciones personales: “Sean pues astutos como serpientes, aunque también ingenuos como palomas”.
El estudio del cristianismo no lo aleja de otras corrientes de pensamiento, algunas de ellas emanadas del mito y la leyenda, por eso reconocemos en sus versos al mago Merlín, que se convierte en colibrí.
Chase es el hombre actualizado, rebelde; es el que hoy escribe agudas observaciones en su página de Facebook y desafía las normas gramaticales, pues sus líneas siempre aparecen con letras mayúsculas. Es el que hace reseñas de libros científicos o literarios, o lo vemos fotografiado con niños que bailan “break dance” en La Carpio.
Siempre experimentador, en su último título, Rendición de cuentas (2022), se debate entre la labor poética y la denuncia, y por eso sostiene: “Una poesía contaminada de vida. El yo enhiesto refleja a los monstruos despiertos de la infamia: esos que no descansarán ya nunca en paz”.
Sí, Alfonso Chase, todo hubiera sido perfecto si no existieran los recuerdos. Sin embargo, allí está usted, como cuidador de la memoria, vigía de su tiempo, escribiente de lo hermoso, con la mirada tendida hacia un futuro de promesa.
El autor es profesor en la UCR.