Terminaba el siglo XX cuando en la que fue la redacción del periódico Al Día hice migas con un corrector de estilo, poseedor de un conocimiento del idioma español como pocos ha habido en este país.
Se llamaba Rodolfo Santos Lara (d. g. m.), y cierta noche, mientras él comía y yo tomaba café, me contó que una persona, que le había enviado una columna de opinión, estaba molesta porque escribió “Don Pepe Figueres” en el texto original, y en el publicado apareció “don Pepe Figueres”, con el don en minúscula.
El autor sostenía que el tratamiento de respeto don debía destacarse con letra capitular porque era la norma ortográfica. El fulano estaba equivocado. En 1999, el empleo de la mayúscula estaba reservado para dos circunstancias:
1. Cuando no aparecía expreso el nombre propio de la persona o del lugar y, por el contexto, los considerábamos referidos a alguien a quien pretendíamos destacar. Ejemplos: El Rey inaugurará la nueva biblioteca. El Papa visitará tres países en su próximo viaje.
2. Como costumbre particular de las leyes, decretos y documentos oficiales.
Ligero matiz
En la edición de 1999 de la Ortografía de la lengua española —disponible en línea—, hallarán una referencia en la página 5 a la “reina doña Isabel II”, un trato exagerado, pero en minúscula tanto en doña como en reina.
Don Rodolfo, porque para nosotros, sus pupilos, será siempre don Rodolfo, como buen editor, era consciente de nuestra falibilidad (quandoque bonus dormitat Homerus). Y, lejos de cerrarse, consultó otros diccionarios, como el de María Moliner, donde la norma era la misma.
Fue más allá y más allá hasta que en el Pequeño Larousse leyó que el don —y, por extensión, el doña— podía escribirse con mayúscula inicial ante casos antonomásticos, es decir, “cuando a una persona o cosa le conviene el nombre apelativo con que se la designa, por ser, entre todas las de su clase, la más importante, conocida o característica”, según me explicó.
Entonces sí, el “Don Pepe Figueres” era posible, aunque para el autor del artículo el motivo mayúsculo era otro.
La normas cambian, y si ustedes consultan en este momento el Diccionario panhispánico de dudas, encontrarán un ligero matiz: “es frecuente”, explica la Real Academia Española (RAE), “aunque no obligatorio, que estas palabras se escriban con mayúscula cuando se emplean referidas a una persona concreta, sin mención expresa de su nombre propio”.
La Nación adoptó en su Manual de estilo, bajo la guía del gran e inolvidable filólogo don Fernando Díez Losada (d. g. m.)—rebelde contra todas las recomendaciones sin pies ni cabeza de la RAE— que el diario utilizará la minúscula en todos los casos: “Los sustantivos que designan títulos nobiliarios, dignidades y cargos o empleos de cualquier rango (ya sean civiles, militares, religiosos, públicos o privados) deben escribirse con minúscula inicial por su condición de nombres comunes, tanto si se trata de usos genéricos... Ejemplo: La reina inaugurará la nueva biblioteca”.
La excepción es el Papa y las fórmulas de tratamiento protocolario u honoríficas de este: su Santidad, Sumo Pontífice, etc. Estemos de acuerdo o no es otro tema.
Lección de la semana
El presidente de la Corte Suprema de Justicia y La Nación han sostenido fuertes debates por varios motivos desde que el magistrado ocupa el cargo. Particularmente, por su férrea defensa de “privilegios salariales y pensiones salidas de toda proporción comparadas con las asignadas al común de la gente, amén de incosteables para el erario” (Editorial, 25 de mayo del 2021 en la edición digital y 26 de mayo, en la impresa).
Los debates por la prensa han sido respetuosos, como debe ser en un Estado de derecho, coherentes con lo que dijo cuando fue juramentado el 1.° de agosto del 2018: “Encuentren en mí siempre una persona abierta a cualquier observación o crítica. El poder siempre es transitorio, no hay que olvidar eso”.
Este lunes, 20 de junio, Don Fernando Cruz le dio al país una lección sobre democracia para nunca olvidar: “Esperamos que Montesquieu siga siendo vigente. En muchos lugares lo citan, pero a veces no se le hace mucho caso”, manifestó después de atender al presidente de la República.
Ojalá, Don Fernando, ojalá.