Más de la mitad de los 300 millones de toneladas de plástico producidos anualmente se destina a bienes desechables. La tercera parte es material de empaque, descartado después de un solo uso. Bolsas de supermercado, pajillas y botellas de agua, entre muchos otros artefactos, terminan en los rellenos sanitarios, donde no se degradan, o llegan hasta los ríos y mares con consecuencias devastadoras.
En el 2050, dicen los científicos, el peso de los plásticos caídos en el mar superará el de los peces. Hay 663 especies de animales afectadas por la ingestión de plástico o por los efectos de enredarse en artefactos hechos con ese material, como es el conocido caso de las tortugas marinas y los anillos utilizados para unir latas de refrescos o cervezas.
La basura plástica se acumula en los arrecifes y los manglares, sitios de crianza de infinidad de especies. En Costa Rica, basta seguir el cauce de importantes ríos, como el Tárcoles, para ver residuos plásticos arrastrados por la corriente o atrapados en las márgenes hasta la próxima correntada.
Solo el 10 % de los artículos de plástico son reciclados en el mundo. La composición química dificulta el proceso, exige agregar materiales nuevos y otros productos químicos. Al final, los usos del plástico reciclado son muy limitados. El resto de la basura plástica, si bien no se degrada, sí se desintegra y, en el proceso, libera materiales tóxicos que encuentran el camino hacia las fuentes de agua y alimentos.
Países de todo el mundo están tomando nota y, más importante todavía, adoptan medidas para desestimular el empleo de plásticos, especialmente los de un solo uso. En Colombia, la venta de bolsas cayó en un 30 % desde la entrada en vigor de un impuesto equivalente a tan solo ¢3,70. El tributo subirá anualmente hasta alcanzar el equivalente a ¢10 en el 2020.
En Inglaterra, el Departamento del Tesoro justificó medidas similares citando la muerte de más de un millón de pájaros y cien mil mamíferos marinos y tortugas cada año. También en ese país las autoridades lograron reducir el empleo de plásticos de un solo uso mediante un modesto gravamen.
Pero hay consenso entre los estudiosos sobre la emergencia global planteada por la contaminación con plástico y la necesidad de encontrar nuevos medios para combatir su uso, además de fortalecer y extender la aplicación de recursos ya probados, como los impuestos de Colombia e Inglaterra.
En Costa Rica, los ministerios de Ambiente y Salud procuran estimular el uso de otros materiales, renovables y de rápida degradación. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) contribuye al esfuerzo anunciado hace unos seis meses. El objetivo es conseguir, para el 2021, que el 80 % de las instituciones públicas, municipalidades y comercios utilicen materiales de empaque de bajo impacto ambiental.
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También existen comercios en el país donde ya ofrecen a los clientes empacar la compra en cajas de cartón o bolsas hechas con el mismo material. La buena voluntad de esos comerciantes debe ser reconocida, pero la exigencia de los clientes hará crecer su número. Por eso es importante incorporar el tema a los programas educativos.
La educación, las iniciativas privadas y la sustitución del plástico por otros materiales son soluciones de largo alcance, pero, a corto plazo, es preciso considerar la adopción de más medidas para desestimular el empleo del material contaminante. Experiencias como las de Inglaterra y Colombia merecen cuidadoso examen.