Cada año, miles de egresados de colegio ven truncadas sus esperanzas de estudiar en una universidad pública por falta de cupo o porque la nota es insuficiente para ingresar a la carrera.
Esta realidad representa una barrera inexpugnable para una gran cantidad de muchachos que carecen de recursos para pagar las galopantes tarifas de las universidades privadas.
De esta forma, año tras año, se agranda el grupo de personas que quedan marginadas de la posibilidad de tener una profesión y disfrutar de mejores condiciones de vida.
Según la Encuesta continua de empleo, en el primer trimestre del 2023 había 186.000 ninis, o sea, personas de entre 15 y 24 años que no estudiaban ni trabajaban.
Muchos de ellos están atrapados en un círculo perverso porque, al no poder estudiar, no consiguen empleo, y al no trabajar, tampoco pueden costearse la educación.
Recientemente, La Nación publicó un artículo sobre 26 colegios que lograron mantenerse entre los mejores promedios de los exámenes de admisión a la Universidad de Costa Rica (UCR).
Se trata de 6 colegios públicos científicos, 19 secundarias privadas y una institución subvencionada que hicieron de la excelencia académica una costumbre.
A pesar de sus particularidades y sus realidades tan distintas, estos centros educativos utilizan la misma receta para alcanzar el éxito en las pruebas de la UCR.
Su secreto ha sido insertar dentro del plan de estudios, y en actividades extracurriculares, metodologías para desarrollar el razonamiento y el pensamiento lógico de los estudiantes.
Esta estrategia ha resultado clave para encarar una evaluación que no mide conocimientos específicos ni capacidad de memorización, sino la habilidad de analizar y resolver.
Resulta lamentable que esta herramienta, valiosa tanto para el aula como para la vida cotidiana, no esté al alcance de todos, y mucho menos en la enseñanza pública.
No es justo que solo un puñado de instituciones estatales, que por cierto tienen una matrícula muy limitada, ofrezcan una parrilla académica ajustada a las exigencias actuales.
La educación debe dar un viraje definitivo hacia una formación que estimule la creatividad, la innovación y la solución de problemas, porque de momento, vamos por la ruta equivocada.