Ejercer la maternidad es un reto inmenso: educar y no alcahuetear. Poner límites y no sucumbir al llanto o a unos ojos tristes. Ofrecer oportunidades plenas sin que ello signifique no aprender el valor de las cosas. No cometer el grave error de creer que la vida de un niño en sus primeros años debe girar en torno a su cuidado en demérito de la tarea fundamental de impulsar su aprendizaje y desarrollo cerebral: la mayoría de las conexiones neuronales se dan antes de los tres años; mientras aprende a gatear y a caminar, desarrolla la motora fina, aprende un lenguaje y ejercita su capacidad de expresarse, sentir y socializar, entre otros.
Educar es una entretenida responsabilidad. Propiciar la participación del niño en actividades ligadas a diversas áreas de la corteza cerebral es descubrir el mundo e interrelacionarse con él, al tiempo que se desarrolla un apego seguro. Sentarse a jugar con palitos, bolas y figuras geométricas es encantador, y obliga a superar la gran tentación de desentenderse de un niño sumergiéndolo en una pantalla de un teléfono o un iPad.
Cantar nos obliga muchas veces a rehacer letras porque aprender el castellano es comprender las palabras, su significado y su uso preciso.
Es un reto enseñarle a un niño que un perro ladra, un gato maúlla, un gallo canta y un caballo relincha, cuando la canción más popular nos dice que “la vaca hace mu” y jamás que la vaca muge. “Hacer” sustituye todo verbo específico, con una pérdida de riqueza y precisión de nuestro idioma.
Reconstrucción. No cantar que “me quiero casar con una señorita de la capital, que sepa barrer, que sepa limpiar” es parte del arduo trabajo de reconstruir la enseñanza, los valores y los modelos. Circula en Internet una nueva versión de Arroz con leche, de Koufequin y La Impertinente Señorita Orquesta, que dice: “Quiero encontrar a una compañera que quiera soñar, que crea en sí misma, que salga a luchar por conquistar sus sueños de más libertad. Valiente sí; sumisa no. Feliz, alegre y fuerte te quiero yo”.
Nos recuerda a Claroscuro, con Cuestión de género, que critica el Paco y Lola (mamá amasa la masa mientras papá lee el periódico), canciones “tradicionales” como Matarilelirerón (yo quiero un paje) y estereotipos (ella barre con incómodo tacón y él descansa en un cómodo sillón), entre otros. Si queremos personas solidarias y deseamos vivir en una sociedad inclusiva, no podemos propiciar mediante los libros, canciones y otros medios educativos los estereotipos machistas y patriarcales.
Hablar adecuadamente es otro desafío. No caer en la tentación de las onomatopeyas y, menos aún, en reír y estimular las palabras mal dichas. Pero para aprender a hablar, tantas veces es necesario escuchar. Sentarse a leer cuentos también obliga a reescribirlos para adaptarlos a nuestros valores y no a las viejas historias de la niña esperando el príncipe azul cabalgando en un corcel.
Tema universal. Un reciente reportaje del diario El País de España (12/11/2018) me hace ver que no estoy sola en mis preocupaciones: “El debate sobre si es pertinente que las nuevas generaciones vean los filmes con los que todos hemos crecido resuena cada vez con más fuerza en la opinión pública, como lo demuestra el hecho de que en los últimos días hasta dos princesas de Disney se han opuesto a ello. La actriz Kristen Bell, que da su voz a la princesa Anna en Frozen, aseguró que tuvo que explicar a sus dos hijas pequeñas que no está bien besar a mujeres dormidas sin su consentimiento (por muy príncipe azul que te creas) tras leer Blancanieves y los siete enanitos, un hecho que se repite en La bella durmiente. La protagonista de El cascanueces y los cuatro reinos, Keira Knightley, también habló sobre los vetos parentales en su visita al programa de Ellen DeGeneres: ‘La Cenicienta está prohibida porque se pasa toda la película esperando a que llegue un hombre rico a rescatarla. ¡No, rescátate a ti misma! Y luego otra película que me fastidia prohibírsela, porque a mí me encanta, es La sirenita. Sí, las canciones son fantásticas pero no puedes renunciar a tu voz por un hombre. ¿Hola?”.
Penélope Cruz fue más explícita: “Que les jodan a Cenicienta, a la Bella durmiente y a todas las demás”.
Nuevos lenguajes. La visita a un museo, escuchar un concierto, sembrar flores y jugar con una mascota son parte de las cotidianas tareas de ampliar el conocimiento, las experiencias y las formas de comunicación: los diversos tipos de lenguaje. Ver el mundo con otros ojos puede ser extremadamente divertido.
La crianza de un niño no es tarea fácil. Requiere una amorosa dedicación que le facilite el acceso a las oportunidades, el desarrollo de sus vocaciones, las posibilidades de explorar y aprender.
Requiere el cuidado de no transmitirle valores ni estructuras de pensamiento discriminatorios y estereotipados. Requiere la delicadeza de resguardarle gustos y necesidades y jamás imponerle los nuestros.
Si mi rezo vespertino es para el ángel de la guarda, mi rezo matutino es, cada día, para pedir paciencia y sabiduría para ser generosa en las oportunidades para que mi hija, Sofía, desarrolle potencial y vocación propios, en el ejercicio pleno de su libertad.
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Bien lo sentenció el poeta Khalil Gibran: “Tus hijos no son tus hijos. / Son los hijos y las hijas del anhelo de la vida por sí misma. Proceden de ti, pero no vienen de ti. / Y aunque están contigo no te pertenecen. / Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos pues tienen sus propios pensamientos (…). Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no trates de hacerlos semejantes a ti”.
Así es como me encuentro de pronto, cantando letras de canciones arregladas, cambiando narrativas y jugando en el piso con la ilusión que da ese mañana mejor que estamos empeñadas en forjar.
La autora es odontóloga.