Es mi hija y tiene 15 meses. ¿Cómo quieren verme alegre cuando le regalan un bikini? ¿Acaso no han visto sus fotos? En el mar o en la piscina, utiliza camisetas de natación de tela especial para protegerla del sol y calzón o pañales especiales para estar en el agua. Así, si orina o defeca, no contamina el agua. Pero el bañador va más allá de la eventual contaminación porque ella no ha aprendido a avisar cuando necesita ir al baño. Se trata, ante todo, de los valores con los que crece y de su derecho a ser niña; a no ser una niña hipersexualizada, desde ya expuesta a los ojos de terceros, ni criada bajo un modelo patriarcal que la va moldeando como objeto de deseo sexual.
Para algunas personas, desafortunadamente, resulta “normal”, “ético” y “deseable” que a una bebé o a una niña le pinten los ojos y las uñas, o la vistan poco tapadita para “verse atractiva”.
En el 2001, la asociación inglesa Mother’s Union definió la sexualización infantil como “la sexualización de las expresiones, posturas o códigos de vestimenta en niños y niñas menores de edad” y alertó sobre el uso de niñas en la publicidad. Luego, en el 2007, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) advirtió sobre los riesgos de la sexualización infantil que difunde un antivalor: el erotismo proporcional al éxito social.
La APA advirtió, también, “del riesgo de que las niñas se autosexualicen y comiencen a pensar en sí mismas como objetos. Esta autoobjetivación se presenta como un proceso en el cual las niñas piensan y se tratan a sí mismas y a sus cuerpos como objeto de los deseos de otros, es decir, interiorizan la perspectiva del observador en su yo físico y se tratan a ellas mismas como objetos que son observados y evaluados en función de su apariencia”.
Según la APA, la sexualización ha sido relacionada con trastornos alimentarios (anorexia y bulimia), baja autoestima y estados depresivos; la autoobjetivación se relaciona con una pobre salud sexual y la aceptación de estereotipos que presentan a la mujer como objeto sexual. Esto repercute en que las mujeres no cursen carreras asociadas a la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas; aumenten las tasas de acoso y violencia sexual; y se incremente la demanda de pornografía infantil.
La hipersexualización de las niñas tiene un impacto no solo para ellas en concreto, sino también para todas las niñas, las mujeres y la población en general.
Derecho a ser niña. No quiero para mi hija, ni para ninguna niña, una entrada prematura a la vida adulta. A la mía, intento, cada día, darle herramientas para que tenga su propia identidad, sin marcarle estereotipos ni derroteros.
Ella debe saber que tiene derecho a soñar y que el mundo de las oportunidades le espera por completo. Por eso, espero verla repudiar el deber marcado por canciones como Arroz con leche, que la condenan a barrer y a limpiar; las historias del Paco y Lola, que la mandan a la cocina y a la pila de lavar; y aquellos cuentos que le dan valor solo si en su vida aparece “un príncipe azul”.
El bikini, en su momento, fue una prenda transgresora. No en vano Kelly Killoren Bensimon escribió: “El bikini es un símbolo emblemático de libertad. Se trata de divertirse, de jugar, de un estilo de vida”. Solo que ese “estilo de vida” ha ido más allá, con el riesgo de volverse “esclavitud” y no libertad.
Según Joan Jacobs Brumberg, el bikini puede ser un opresivo cerrojo sobre la salud (mental y física): "Las chicas y las mujeres estadounidenses han sido expuestas por una cultura de sexualidad expresiva cuyos dictados de belleza desempeñan un papel muy grande en su salud física y emocional”.
La hipersexualización de las niñas debe ser enfrentada debidamente. Gwyneth Paltrow diseñó “una línea especial de trajes de baño para niñas”, fuertemente combatida porque, de acuerdo con la psicóloga Carol Fishbein, "el tipo de sexualidad reflejado por las niñas en la publicidad no cuida los intereses de los infantes” y “los padres deberían hacer ropa para proteger a sus hijos” porque “esos trajes de baño llaman la atención de manera sexual”. Ella aconseja dejar a los niños disfrutar su cuerpo y su inocencia.
Violencia de género. La hipersexualización de las niñas es una forma de violencia de género, que no puede tolerarse ni verse como normal. “Hay un tiempo para cada cosa y todo lo que hacemos bajo el sol tiene su tiempo” (Eclesiastés 3: 1). La infancia no es el tiempo de los bikinis ni del maquillaje.
Si hay un tiempo para cosechar, ojalá la semilla haya sido buena y nunca portadora de estereotipos ni antivalores.
¡Que el tiempo de mi hija y de todas las niñas sea el de las oportunidades, del respeto, de la solidaridad! ¡Dejemos atrás los tiempos de la sumisión, del deber impuesto y de los estereotipos de género!
La autora es odontóloga.