Los niños deben ser guiados hacia las prácticas honorables mediante el estímulo y el razonamiento, y sin duda alguna no se debe hacer mediante los golpes y el maltrato, dijo Plutarco, entre los años 46 y 120 después de Cristo.
El castigo corporal de niños, definido como la fuerza física destinada a causar algún grado de dolor o malestar con fines disciplinarios, tiene una larga y variada historia en diferentes culturas y épocas.
Históricamente, fue ampliamente aceptado e integrado en sistemas legales, educativos y familiares. Se ha practicado en diversas formas, incluidos azotes, palizas y varazos, a menudo justificado por normas culturales tradicionales, creencias religiosas e incluso estatutos legales.
Sin embargo, las investigaciones, a lo largo de los años, han resaltado cada vez más las secuelas negativas del castigo corporal en los niños. Estas consecuencias incluyen daños psicológicos, cognoscitivos y sociales.
En lo psicológico, el castigo corporal se asocia a problemas de salud mental, tales como ansiedad excesiva, depresión, conductas agresivas, antisociales y más riesgo de abusar de sustancias adictivas.
Los niños castigados corporalmente tienden también a reproducir con más frecuencia estas conductas que aquellos que no lo fueron. En el área cognoscitiva se ha documentado más frecuencia de problemas de atención y bajo rendimiento escolar y logro académico.
Por razones evolutivas, que involucran la intrínseca vulnerabilidad de los niños en función de ser personas en desarrollo, aún inmaduras, estos esperan, desde que nacen, que sus progenitores los protejan tanto de peligros como de posibles agresiones; el castigo corporal viola este vínculo natural entre los padres y madres, y niños y niñas, haciéndoles sentir a los menores que las relaciones fundamentales son impredecibles y que no hay un lugar seguro.
En 1958, Suecia prohibió el castigo corporal contra los niños y, afortunadamente, a escala mundial, cada vez existe más conciencia sobre este asunto. Más de 63 países lo proscribieron, reconociendo el daño que estas prácticas conllevan y que los menores son personas plenas de derechos.
Costa Rica lo prohibió en todos los entornos, incluido el hogar, en el 2008, mediante la promulgación de la ley denominada Derechos de los niños, niñas y adolescentes a la disciplina sin castigo físico ni trato humillante.
La legislación representó un avance significativo en la protección de los derechos de los niños en Costa Rica, alineándose con los estándares internacionales de derechos humanos y reflejando un compromiso con formas de disciplina no violentas.
Si Plutarco lo tenía claro hace 1.900 años y el país lo convirtió en ley hace 16 años, es inaceptable que se exalten o trivialicen tales prácticas de crianza. Nuestros líderes deben ser los primeros en servir de buenos mensajeros para la erradicación del castigo corporal.
El autor es médico psiquiatra, especialista en niños, adolescentes y salud pública y miembro de número de la Academia Nacional de Medicina.