El conflicto es un poderoso detonante de la popularidad política. ¿Por qué? Los políticos saben que cualquier pleito es un imán para la gente. El morbo puro y duro asociado al conflicto apela directo a las pasiones humanas y, una vez que se agitan, la cabeza se pierde. Vean ustedes: un par de chavalos se agarran en media calle y de inmediato se forma público con bandos y todo, que, por lo demás, no saben de la misa la media.
Si un pleito aislado suscita tanto interés, ¿no lo va a crear una cadena diaria de pleitos, cada día sobre un tema distinto, pero con el mismo guion? El campeón, el héroe de los que no tienen voz, levanta la suya para arremeter contra los malos. Esta es la receta de Bukele, Maduro, Milei, Trump, Ortega, Orbán y, lamentable, la receta de nuestro presidente. Antípodas ideológicos, pero todos enamorados del conflicto. Pleitos, por lo demás, que tienen el megáfono amplificador de las redes sociales y de una legión de periodistas de alquiler que nos enteran de cómo el héroe salva al país y deja callados y en ridículo a sus opositores.
Ahora bien, en nuestro gallinero no solo la usa el presi. Solo oigan cómo se tratan diputados de uno y otro partido en nuestro congreso. Y algunos pre-precandidatos ya calientan motores. Todos ellos lo tienen claro: de lo que se trata es de traficar con el pleito, cosa que no requiere proponer caminos, defender resultados y, ni siquiera, coherencia política, pues, ¿para qué? Para llamar la atención, lo que se necesita es denunciar lo que está mal y mandarse una actuación pasable como indignado.
Pero, ¿son esas pasiones que el político pleitero agita un puro artificio del enojo circunstancial? Ahí es donde se equivocan los críticos racionalistas y académicos. El pleitero tiene olfato fino y oídos cercanos al sentir popular. La gente está cabreada porque nuestra sociedad es cada vez más desigual y los bienes públicos se desmoronan. Sí, el pleitero no está para arreglar nada, pero su crítica a la vieja clase política es correcta. Una clase, en verdad, que está en bancarrota intelectual, pues por décadas, apostó al “todo bien” y resistió reformas distributivas, en compadre hablado con las élites económicas. ¿Qué van a hacer ahora: hablar mal del pleitero y defender el statu quo? En esto, ese pleitero tiene razón… y no la tiene, pues hay otro camino para reformar el sistema: reformas en y con democracia.
vargascullell@icloud.com
Jorge Vargas Cullell es sociólogo.