A medida que llega el invierno, el Kremlin sigue instigando discordias en Europa. Entre sus maquinaciones más recientes se encuentran una guerra del gas contra los países centroeuropeos y del este, una crisis migratoria a lo largo de la frontera entre Bielorrusia y Lituania, Letonia y Polonia, el regreso a la movilización militar en la frontera este de Ucrania y la agitación por la secesión de Serbia con respecto a Bosnia y Herzegovina.
Aunque esta campaña tiene varios objetivos, posee un hilo común: el deseo del Kremlin de dividir y debilitar la Unión Europea. Eso significa lograr la aprobación de Alemania para el gasoducto Nord Stream 2 lo antes posible, perturbar el mercado europeo del gas con vistas a retornar a los contratos a largo plazo al estilo soviético, con los precios del gas ligados a los del petróleo, debilitar a Ucrania y obligar a Moldavia a abandonar su Acuerdo de Asociación Europea y, en su lugar, unirse a la Unión Económica Eurasiática de Rusia.
El Kremlin tiende a hacer pruebas para ver qué puede conseguir antes de golpear fuerte cuando surja la oportunidad. Ante ello, Occidente (Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido) deberá actuar rápido para atajar lo que sea que venga a continuación.
El peor error que se puede cometer ante Rusia es responder a sus provocaciones sin hacer nada o reaccionar con suavidad o demasiada lentitud. Como plantea Keir Giles de Chatham House, Occidente debe reconocer “que no se puede evitar la confrontación con Rusia, porque ya está ocurriendo”. La historia muestra que “Rusia respeta la fortaleza y desprecia la avenencia y la búsqueda de acuerdos”.
Por fortuna, Occidente ya cuenta con muchas herramientas eficaces, y con la llegada de un nuevo gobierno alemán, que probablemente será menos amistoso hacia el presidente ruso Vladímir Putin, habrá una oportunidad para un nuevo pensamiento estratégico.
Debería ser fácil combatir la guerra del gas. El 21 de julio Estados Unidos y Alemania dieron a conocer una declaración conjunta sobre Nord Stream 2 en la que plantearon “su determinación para hacer que Rusia se responsabilice de su agresión y sus actitudes perniciosas mediante la imposición de costos y otras herramientas”.
Tras cuatro meses de presión rusa, la administración del presidente estadounidense Joe Biden debería sentirse obligada a poner fin a su exención de las sanciones aprobadas por el Congreso sobre Nord Stream 2 AG, y el gobierno alemán debería dar su conformidad a ello, lo que daría un rápido término al gasoducto. Pero si la administración Biden no toma medidas, el Congreso todavía podría hacerlo, añadiendo nuevas sanciones obligatorias a la Ley de Autorización de Defensa Nacional para el Año Fiscal 2022.
En la actualidad, Europa tiene existencias de gas insuficientes porque Gazprom se las ha arreglado para crear una escasez artificial. El gigante estatal ruso del gas posee un cuarto de la capacidad de almacenaje de gas en Alemania, Austria y los Países Bajos, y ha mantenido vacías esas instalaciones mientras llena sus depósitos locales.
La solución obvia es que la UE prohíba que Gazprom y otros proveedores externos posean instalaciones de almacenaje en la UE, y que imponga niveles mínimos en la capacidad actual. Puesto que, en la práctica, la UE es el único comprador del gas de Gazprom, debería comenzar a operar como un colectivo para limitar el poder monopólico de la empresa estatal rusa.
Si bien la administración Biden ha condonado a Nord Stream 2 (y al mismo tiempo prohíbe el oleoducto Keystone XL de Canadá), se ha negado a involucrarse en la crisis europea del gas. Eso tiene que cambiar. Estados Unidos debe dar pasos para suministrar gas natural líquido a Europa, ahora que el continente ha construido la capacidad de recibir envíos de LNG.
En cuanto al drama de la frontera bielorrusa, estamos siendo testigos de un nuevo tipo de guerra híbrida instigada por el gobernante ilegítimo del país, Alexandr Lukashenko. La OTAN y la UE tienen que reconocer la situación tal como es y ofrecer su pleno apoyo a Polonia, Letonia y Lituania.
El Consejo de Asuntos Exteriores de la UE hizo bien en sancionar a todas las aerolíneas y compañías involucradas en el tráfico de personas desde Oriente Próximo a la frontera de Bielorrusia. EE. UU. debería imitarlo fortaleciendo sus sanciones (actualmente más bien suaves) a Bielorrusia.
Desde que Biden asumió el cargo, EE. UU. ha defendido con firmeza a Ucrania, vecino del sur de Bielorrusia. La visita del presidente ucraniano Volodímir Zelenski a la Casa Blanca en setiembre fue un momento decisivo.
Más aún, no menos de tres secretarios del gabinete estadounidense han visitado Ucrania en lo que va del año, y el 10 de noviembre Estados Unidos adoptó una Carta de Estados Unidos y Ucrania sobre Colaboración Estratégica sorprendentemente fuerte. El documento compromete a EE. UU. a apoyar el “derecho de Ucrania a decidir libremente y sin interferencias externas el rumbo futuro de su política exterior, incluido lo relativo a sus aspiraciones de unirse a la OTAN”.
Además de estos promisorios sucesos, el gobierno ucraniano acaba de nombrar ministro de defensa a su miembro más respetado, Oleksii Reznikov, recién llegado de las trincheras del Donbás. Pronto visitará Washington.
Sin embargo, también la UE, la OTAN, Alemania y Francia tienen que actuar. Todos ellos se han manifestado en contra de la agresión rusa hacia Ucrania en los últimos días. De manera notable, el RU ha comprometido 600 fuerzas especiales en el país caucásico.
Si el nuevo gobierno alemán es serio acerca de asegurar la paz en Europa, lo más eficaz que puede hacer es aceptar a Ucrania en la OTAN. Por años el país ha resistido la agresión militar rusa, sirviendo de dique para el resto de Europa.
Alemania no está preparada para defenderse, por lo que debería ayudar a Ucrania proveyéndole de armas, como ya lo están haciendo EE. UU., el Reino Unido, Canadá, Polonia y Lituania.
Finalmente, está el problema de los Balcanes. Las tensiones van en aumento en la antigua Yugoslavia porque la UE incumplió su compromiso de sostener negociaciones de acceso con Macedonia del Norte y Albania. En Macedonia del Norte, un gobierno proeuropeo acaba de perder el poder tras hacer amplias concesiones a la UE a cambio de nada.
Sería mejor que la UE se tome con seriedad la idea de una “Europa entera en paz y libertad”, como lo expresó George H. W. Bush en mayo de 1989. Si comienza inmediatamente negociaciones de acceso con Macedonia del Norte y Albania, podría ayudar a evitar que la Republika Srpska flirtee con la secesión de Bosnia y Herzegovina.
Estados Unidos y la UE tienen muchas cartas valiosas, pero deberán jugarlas con rapidez y eficacia para atajar la última acometida rusa.
Anders Aslund es investigador sénior en el Foro Mundial Libre de Estocolmo.
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