Gran tarea enfrentan Andrés Valenciano, nuevo presidente ejecutivo del INA, y su equipo de trabajo para cumplir con la misión encomendada por el presidente de la República de modernizar el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA).
Valenciano deberá ajustar la institución a la necesidad de formación de técnicos para la tecnología del futuro y atender, al mismo tiempo, el desempleo y subempleo asociados a la pobreza.
Para lo primero se prepara la institución, según expresó Valenciano en una entrevista con la periodista Ana Madrigal, de Radio Centro, a ajustar su quehacer a las necesidades no cubiertas del sistema productivo, y al mismo tiempo harán estudios de prospección para atender la demanda futura. En este terreno, parece tener una visión articulada y es de esperar que la complejidad burocrática no sea un obstáculo en la consecución de las metas.
En el campo de las necesidades del desempleo y subempleo, cuyos mayores afectados son los jóvenes, y quienes tengan una formación educativa incompleta o insuficiente, anunció la intención de superar las barreras socioeconómicas e internas del INA que limitan la incorporación de estas poblaciones.
Entre las medidas anunciadas, señaló la revisión de horarios, el establecimiento de becas y sistemas de transporte para facilitar el acceso a los cursos en las sedes de la institución. Para superar las barreras internas, anunció una revisión de los requisitos exigidos a los estudiantes de los cursos técnicos para eliminar los innecesarios y abrir, así, oportunidades a quienes han carecido de ellas.
Insuficiente. En general se notó en la entrevista, muy bien preparada por Madrigal, respuestas inteligentes e innovadoras por parte de Valenciano; no obstante, es muy posible que encuentre nuevas y serias dificultades en los próximos meses, dadas las inercias existentes y el carácter rígido de formación estándar masificada de la institución.
Efectivamente, las medidas anunciadas para eliminar barreras internas y externas son importantes y van a contribuir a incorporar a un sector de jóvenes. No obstante, según mi criterio, son insuficientes para incorporar a la población excluida por el bajo nivel educativo y las cargas familiares, que constituyen un alto porcentaje de la pobreza y el desempleo.
No es suficiente pensar en becas y transporte, pues demandan significativos recursos institucionales o flexibilizar los horarios para facilitar la matricula a los cursos existentes o nuevos que respondan a la demanda tecnológica.
Impulsar el empleo con enfoque territorial, como pretende el nuevo gobierno, exige una coordinación con la política económica para estimular los encadenamientos de las inversiones extranjeras en nuestro país e impulsar las innovaciones agroecológicas y otras manifestaciones emergentes de la economía incluyente, respetuosa del ambiente y que arraigue a la población.
Incorporación de comunidades en la capacitación. Por otra parte, es necesario abrir espacios a nuevas formas de autocapacitación dentro de las mismas comunidades organizadas, a través de cursos preprofesionales que utilicen los recursos técnicos existentes en la región para introducirse en los diversos oficios.
Cursos preprofesionales que les habiliten como asistentes de mecánico o electricistas y que configuren, al mismo tiempo, un puente para una formación profesional posterior. Esto ya fue efectuado en varias regiones donde se llevaron a cabo laboratorios organizacionales de terreno, con la metodología de capacitación masiva.
Los cursos preprofesionales, de los cuales sacaron provecho cerca de 3.000 personas, fueron certificados adecuadamente por la extensión de la Universidad Nacional (UNA). Lamentablemente, no fueron considerados por el INA como puente hacia una formación profesional posterior.
En otras palabras: no basta con eliminar las barreras mencionadas anteriormente, hace falta coordinar con la política económica, pero, sobre todo, abrirse a nuevos paradigmas que permitan incorporar a las comunidades organizadamente a la solución de sus problemas.
Las comunidades interesadas responden proporcionando locales para impartir los cursos y contribuyen a la gestión y administración de los procesos. De esto hay bastantes evidencias en los informes de las actividades de capacitación efectuadas en Guanacaste, pero, especialmente, en el Pacífico sur. Cada vez que se convocó un laboratorio organizacional de terreno para dar este tipo de cursos, la comunidad acudía masivamente. En ocasiones llegaron hasta mil personas y nunca bajó de 250 la participación.
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El vacío dejado por la oferta del INA para atender las necesidades de comunidades de bajo nivel educativo, en lugares donde no existía infraestructura ni personal institucional, los movilizaba a inscribirse y participar organizándose en estos laboratorios que culminaban, dos meses después, con una feria donde mostraban orgullosos sus proyectos y habilidades adquiridas.
Es urgente retomar estos procesos de incorporación de la población a la resolución de sus problemas, como lo hizo en el campo de la salud el Dr. Ortiz Guier con el Hospital sin Paredes en las décadas de los 60 y 70. Es preciso incorporarlo en los nuevos planes y el presupuesto del 2019 si se quiere avanzar en la organización cívica y la capacitación de las regiones deprimidas en la “Costa Pobre” que demanda respuestas eficaces.
El autor es sociólogo.