Si se confirma la nominación de Kamala Harris por el partido demócrata, seremos testigos de una de las campañas más divisivas de la historia de los Estados Unidos y quizás del mundo democrático.
Trump es el candidato polarizador por antonomasia: se nutre y se energiza con la división y el conflicto. Ella polariza por lo que encarna: mujer, hija de migrantes de piel oscura, liberal, intelectual, feminista y abanderada de la inclusión, la seguridad social, la justicia social y la acción climática. Representa todo lo que el núcleo duro trumpista desaprueba.
Los estrategas de campaña de Trump están enfrentando un cambio inesperado: la aparente senilidad de su rival, que pintaba ser el centro de su argumentación, ahora es inútil. Por el contrario, la edad puede jugar en su contra frente a una candidata casi 20 años menor que él; además, según el Pew Research Center, la mayoría de los estadounidenses consideran que tener más de 70 años perjudica las posibilidades de un candidato de resultar electo.
¿Recurrirá Trump a su ya conocido matonismo contra las mujeres? Si lo hace, ¿funcionará como lo hizo contra Hillary Clinton? Los ataques personales son su arma favorita y es difícil que cambie de estilo. Con eso le cumple a su base más fiel, pero no tanto al electorado indeciso.
A ese segmento deberá tratar de venderle que Harris es radical, ineficaz y desconectada de las necesidades y valores de la clase trabajadora y la clase media estadounidenses. Además de las diferencias ideológicas, seguramente destacará cualquier error en el desempeño público de Harris para poner en duda su liderazgo.
Estados Unidos a favor de las mujeres
Sería la segunda vez que Trump se enfrenta a una mujer, pero el contexto ha cambiado. En la fuerza laboral estadounidense hoy hay más mujeres que hombres con grado universitario. El 57% de las mujeres votantes consideran importante que una mujer sea elegida presidenta de su país. Asimismo, la mayoría de las mujeres (un 63%) y el 42% de los hombres consideran que hay muy pocas mujeres en altos cargos políticos; un 77% de este segmento cree que debería haber igual proporción de ambos sexos en cargos políticos.
Dentro de los partidos, tres cuartas partes del electorado prodemócrata opina que no hay suficientes mujeres en cargos de elección; así piensan el 40% de las mujeres que se identifican como republicanas (en el 2018 solo el 33% de las votantes republicanas pensaban así).
Por otra parte, la mayoría de la población considera que la prensa se enfoca demasiado en la apariencia de las candidatas mujeres y muy poco en su visión y sus políticas. Estos son solo algunos de los muchos factores que han cambiado desde que Trump enfrentó a Hillary Clinton y que podrían tener alguna incidencia.
Sin embargo, la política en general, y la estadounidense en particular, sigue sin ser equitativa. Para lograr una candidatura, las mujeres deben primero superar barreras en su entorno inmediato (oposición familiar, labores de cuidadoras y otras), para después enfrentar abundantes obstáculos dentro de los partidos políticos, tales como los estereotipos de género, que las consideran menos competitivas y menos calificadas (a pesar de que hay evidencia de que son tan elegibles como los hombres); prácticas de reclutamiento que rutinariamente excluyen el talento femenino; acceso desigual a posiciones de poder en la estructura partidaria y a financiamiento para sus carreras políticas.
Por otro lado, cuando los partidos tienen convenciones internas hay menos probabilidades de que participen y sean elegidas las mujeres, en parte porque suelen ser renuentes a proponer sus propias candidaturas. En cambio, la selección centralizada de candidaturas puede ser beneficiosa, ya que diluye el poder de las redes partidarias, usualmente dominadas por hombres que tienden a preferir candidatos como ellos y que sean parte de sus redes.
Si logran superar eso, a las candidatas les toca muy frecuentemente competir contra quienes ya ostentan el cargo en disputa y buscan reelegirse, que son mayoritariamente hombres. El caso de Harris es sumamente inusual: el hombre que ostentaba el cargo se retiró y la apoya a ella. Esta es una extraordinaria ventaja que Harris y sus estrategas deben aprovechar muy bien.
Kamala y sus caballos de batalla
El reto más grande y necesario de la vicepresidenta, además de amarrar el apoyo de su partido y de los donantes (lo cual parece estar ocurriendo con cada hora que pasa desde la renuncia de Biden), es convencer de que no es radical. Debe diferenciarse de las figuras más extremas del partido demócrata para proponer una agenda más de centro, que responda a las necesidades de la mayoría de los estadounidenses.
Evidentemente, uno de sus principales caballos de batalla serán los derechos reproductivos de las mujeres, dentro de los cuales el aborto sigue siendo el más polarizador, o quizás no tanto, ya que cuenta con el apoyo del 62% de todo el electorado inscrito.
Por otra parte, debe neutralizar las críticas hacia su gestión como vicepresidenta y demostrar que tiene la pasta para ser la comandante en jefe. Tiene que fortalecer su imagen pública, mostrar capacidad de iniciativa y de coordinar un equipo. Debe reforzar su asertividad y elocuencia cada vez que está frente a un micrófono. Y más allá de lo doméstico, debe demostrar que tiene madera de líder global. Necesita contrarrestar la percepción bastante generalizada de que es poco ejecutiva, poco eficaz y mala comunicadora.
Otro factor clave para su éxito será su compañero de papeleta. Requiere a alguien que la complemente y fortalezca su candidatura; que contrarreste sus debilidades y atraiga una gama amplia de votantes. Idealmente, debe ser alguien con experiencia política y trayectoria impecable; proveniente de una región distinta, como el Medio Oeste o el Sur; debe ser atractivo para grupos demográficos de peso, como los jóvenes y los trabajadores de clase media, y para votantes moderados e independientes.
Un buen orador, posiblemente blanco, con carisma y buena presencia pública, eficaz para persuadir y para defender las políticas de su partido. Hablo en masculino, pues, aunque hay varias demócratas destacadas y competentes, es muy improbable que el partido se decante por una papeleta con dos mujeres.
Sin duda, el factor Kamala introdujo un componente de emoción a una campaña antes predecible y fastidiosa. Sus primeras declaraciones marcaron un derrotero claro y provocador. De momento, ya hay encuestas que dan a Harris ventaja sobre Trump. Ahora sí promete ser una campaña interesante.
La autora es activista cívica.