El mapa convulso de Europa se crispa frente a un cisma político en Francia. La Unión Europea se asienta en suelos políticos sísmicos que tiemblan desde la crisis del euro, en el 2008.
Primero fueron los apremios en Portugal, Irlanda, Italia, España y Grecia. Luego, llegó el brexit. La invasión de Rusia a Ucrania desató una carrera armamentista con el retorno de “otra” guerra fría. Cada capítulo es una pieza más de un dominó tambaleante.
Fenómeno cada vez más universal, las elecciones legislativas en Francia terminan de dibujar contornos de crisis de representación política. Macron triunfó de forma contundente frente a la xenofobia de Marine Le Pen, pero esa victoria fue engañosa porque derivó del miedo a una extrema derecha imparable, no de su fuerza.
A la primera ronda presidencial se presentaron cinco grandes contendientes: socialistas, republicanos, macronistas y los dos extremos a la derecha y la izquierda del abanico ideológico.
El poder sería decidido en segunda ronda. ¿Qué pareja se enfrentaría ahí? Escenario de terror era que Macron fuera eliminado y que el repechaje repitiera el escenario chileno del centro que colapsa y los extremos que se imponen, dejando un electorado desconcertado entre dos incertidumbres: la fascista de la Agrupación Nacional de Le Pen y el izquierdismo alucinante de la Francia Insumisa de Mélenchon.
Acomodos previos
Eso no pasó. La final fue Le Pen–Macron. Los partidos tradicionales, socialista y republicano, colapsaron, como en Chile. Pero, de forma preventiva, el centro reforzó a Macron, en primera vuelta, para evitar una segunda entre Le Pen y Mélenchon.
Macron ganó y consiguió un segundo mandato. Un mes después, venían las elecciones legislativas. El presidente necesitaba, de nuevo, la mayoría absoluta que le permitió imponer grandes reformas desde el 2017. Eso no pasó.
Francia tiene dos rasgos para escoger legislativo: fechas diferentes entre elecciones presidenciales y parlamentarias y dos rondas para escoger diputaciones locales.
La primera ronda es tan demandante que casi nadie es elegido. Ni Le Pen lo logró en primera ronda, y eso con un 54% de los votos en su localidad de Pas-de Calais. Todo se decide en la segunda ronda, donde se enfrentan en parejas, partidos de dominancia local.
A los insumisos de Mélenchon se le vaticinaba la misma debilidad local que tuvieron en el 2017, cuando eligieron solo 17 diputados. Se creía que la izquierda dispersa se diluiría como entonces, cuando, en su conjunto y dividida, alcanzó 72 diputados.
En ese escenario, Macron habría alcanzado mayoría absoluta para las grandes y polémicas reformas que soñaba en Francia y para reafirmar su liderazgo en la Unión Europea.
Pero en política nada está escrito en piedra. Macron pensaba ganar por default y anestesió el debate, y evitó la cristalización de reacciones a sus proyectos más controversiales. No le funcionó.
Mélenchon logró unir en una sola tienda electoral a toda la izquierda. Forjó la Nueva Unión Popular Ecologista y Social (Nupes), el milagro político de una sola candidatura de izquierda en cada circunscripción.
Otro Macron
Eso raramente le ocurre a una izquierda típicamente sectaria. Su primera unidad viene del Frente Popular de 1936 con Léon Blum, cuando un gobierno socialdemócrata en mejor hora logró transformaciones históricas, como jornada laboral de ocho horas, vacaciones pagadas, derecho sindical y contratación colectiva.
Por cierto, las reformas sociales de los cuarenta en Costa Rica, producto de una emblemática coalición nacional, también son hijas ideológicas, políticas e históricas de aquel Frente Popular francés, aunque en este ombligo del mundo raramente se reconocen paternidades internacionales.
La apuesta de Mélenchon era audaz: lograr mayoría parlamentaria, ser primer ministro, designar gabinete y orientar la política. Eso es posible, aun con Macron de presidente, por una estrambótica particularidad gala, la “cohabitación”: presidente elegido por un partido y primer ministro derivado de una mayoría legislativa de otra corriente. Mélenchon renunció a ser diputado de su zona. Era todo o nada.
El tablero político se movió. Nupes convirtió en fortaleza el usual sectarismo de izquierda. Estaban en todo lado y en cada lugar se reforzaban. Como resultado, se duplicó la representación legislativa de la izquierda que pasó de 72 a 147 diputados.
Macron, más y más alarmado, entendió que las estrellas se alineaban en su contra. Pero sus pasos fueron erráticos. Nacido para detener el ascenso de la extrema derecha, nada confundió más a sus seguidores que equiparar los dos extremos. ¿Cómo votar entre Nupes y Le Pen?
El Macron de otrora habría sido tajante: “Ni un solo voto por la derecha”. Así lo fue Mélenchon en las presidenciales, y lo favoreció frente a Le Pen. Pero el Macron de hoy, viendo su peligro venir desde la izquierda, se volvió politiquero.
Entre los dos extremos, Macron dijo: “Depende, hay que ver caso por caso”. ¿En serio? Esa conducta ayudó a la ultraderecha, que multiplicó por 10 su representación legislativa, con un récord de 89 diputados.
Ir por el poder
En su editorial del 16 de junio, el diario Le Monde tildó tal conducta de politique politicienne, una calificación peyorativa de posturas que privilegian maniobras por el poder por encima de principios.
Lo que pasa es que Macron se pone por encima de las ideologías. Para el presidente galo, la insatisfacción democrática es un problema de eficiencia. Según la visión providencial que tiene de sí mismo y de su país, sin él el desorden francés agravaría el caos mundial.
Los extremos salieron muy reforzados. Macron fue el gran perdedor. Su coalición Juntos obtuvo 246 diputados, corta de 43 para los 289 que necesita para tener mayoría absoluta.
Su partido La República en Marcha perdió más de la mitad de sus curules, y pasó de 314 a 154 diputados. Además, perdió 62 duelos locales a favor de Le Pen y 82 a favor de Nupes.
A sus contrincantes los une un repudio absoluto a su política. Los republicanos, partido de Sarkozy y De Gaulle, con escasos 60 diputados, se insinúan como posibles bisagras o aliados de una nueva coalición de gobierno.
Tal vez, para su suerte, Nupes no será un bloque de izquierdas. La fuerza legislativa que obtuvo cada corriente rompió la unidad entre ellas y cada partido de la coalición quiere su propia fracción. El universo disperso de la legislatura francesa es solo menos desconcertante que un Macron forzado a conciliar y a conceder.
El telón de fondo de este drama es el creciente desapego democrático que se expresa en un abstencionismo que no para de crecer. Ya el 53% de los franceses no ven que sus problemas se resuelvan en las urnas.
El escenario de fragmentación poco hará para convencer de lo contrario a los votantes y resultará en parálisis de lo esencial. Ese legislativo caótico es probablemente el fin del sueño de Macron, truncadas las ilusiones que había despertado en Francia y en la Unión Europea que queda sin el liderazgo firme que de él se esperaba.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.