El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son, sin duda, los problemas más críticos del siglo XXI. Hemos escuchado una y otra vez sobre la necesidad de reducir nuestras emisiones de carbono, proteger la fauna silvestre y transitar hacia fuentes de energía limpias. Sin embargo, en medio de estos esfuerzos, existe una contribución significativa al impacto ambiental que solemos ignorar: la huella ecológica y de carbono de nuestras mascotas, en particular, de los perros y gatos que viven en nuestros hogares.
En términos de emisiones de gases de efecto invernadero, el impacto de las mascotas es mucho mayor de lo que se podría imaginar. Según estudios recientes, el gato promedio genera 0,4 toneladas de dióxido de carbono al año, mientras que un perro emite una tonelada en igual período.
Estas cifras incluyen factores como alimentación (la principal fuente, con hasta el 65 % en el caso de los perros), transporte, cuidado, recreación y manejo de residuos.
Para ponerlo en perspectiva, se ha calculado que los perros y gatos son responsables de una cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la ganadería, una de las principales fuentes globales de emisiones. Esto equivale, únicamente en la producción de alimentos para mascotas, a 64 millones de toneladas de dióxido de carbono generadas anualmente.
2.740.156 mascotas en hogares
En Costa Rica, según datos del 2024 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), se estima que en los hogares costarricenses viven 1.783.971 perros y 956.185 gatos. Estas cifras, traducidas a gases de efecto invernadero, representan 1,78 millones de toneladas de dióxido de carbono anuales emitidas por los perros y 0,38 millones de toneladas por los gatos.
En conjunto, alcanzan el 25,3 % del total de dióxido de carbono reportado para el país en el 2023, que asciende a 8,57 millones de toneladas anuales, según datos de la Comisión Europea.
A pesar de su relevancia, estas emisiones no están incluidas en la contabilidad nacional, lo cual evidencia una dimensión oculta y preocupante del impacto ambiental de los hogares costarricenses.
Este componente debería considerarse adicionalmente a las emisiones per cápita, que en el 2023 se estimaron en 1,66 toneladas de dióxido de carbono por habitante al año.
Carne de tiburón en alimento
El impacto ambiental de las mascotas no se limita a sus emisiones. La producción de alimentos para perros y gatos también tiene consecuencias graves para la biodiversidad. Un estudio reciente, basado en análisis de ADN de alimentos para mascotas, reveló la presencia de carne de tiburones en varias marcas comerciales.
En Singapur, científicos encontraron ADN de tiburón en un tercio de las muestras analizadas, incluidas especies en peligro de extinción, como el tiburón azul y el tiburón sedoso.
Estas especies, presentes también en aguas costarricenses, son víctimas de la sobrepesca global. Desde 1970, las poblaciones de tiburones han disminuido más del 70 %, principalmente debido a la pesca indiscriminada. Cada año matan aproximadamente a 100 millones de tiburones, y de ellos, 73 millones son capturados exclusivamente por sus aletas.
Que alimentos para mascotas en Costa Rica puedan incluir carne de tiburón, muestra una desconexión entre los valores ambientales del país y su realidad comercial. No solo contradice los compromisos internacionales de conservación, sino que también perpetúa prácticas insostenibles que ponen en riesgo la biodiversidad marina.
Juguetes de plástico
Otro aspecto ignorado de la huella ecológica de nuestras mascotas es el impacto de los productos que usamos para su cuidado, como juguetes y accesorios. La mayoría de esos productos están hechos de plástico, cuyo costo ambiental incluye desde la extracción de petróleo hasta la energía necesaria para su producción.
Ese consumo aumenta la dependencia de combustibles fósiles y genera desechos plásticos que terminan en vertederos u océanos.
El etiquetado es fundamental
Para mitigar estos efectos, se requieren políticas más estrictas en el etiquetado de alimentos para mascotas. Actualmente, la imprecisión en la información de las etiquetas permite que los consumidores compren productos sin saber que podrían estar contribuyendo a la extinción de especies.
Un etiquetado más transparente y específico, que detalle la procedencia de los ingredientes, permitiría a los dueños de mascotas tomar decisiones informadas y responsables.
Las mascotas son parte integral de los hogares, pero su impacto ambiental no puede seguir siendo ignorado.
Reconocer este desafío no implica renunciar a la convivencia con perros y gatos, sino repensar cómo los cuidamos de manera más sostenible.
Lenin Corrales Chaves es analista ambiental y fue presidente del Consejo Científico de Cambio Climático de Costa Rica.