Vivimos tiempos de transición. Estamos apenas saliendo de un período de certezas y ya la incertidumbre comienza a dominar el horizonte. Estábamos marcados por el signo de una globalización reputada inagotable, pero el mapa geopolítico y comercial de las naciones se ha venido alterando.
Los primeros puntos de advertencia de cambio fueron sociopolíticos y se dieron simultáneamente a ambos lados del Atlántico, con el brexit y la victoria electoral de Donald Trump. Ambos acontecimientos cumplían la profecía de Stiglitz, quien diagnosticó en el 2002 “el malestar de la globalización”.
Pero a pesar de su ascendiente, como premio nobel de economía, su advertencia quedó desatendida y los pueblos siguieron estrategias de desarrollo desigual a largo plazo.
Así lo reconoció el 27 de abril, un poco a destiempo, Jake Sullivan, consejero de seguridad nacional de la administración Biden, a la Brookings Institution: “La hipótesis predominante era… que los beneficios del comercio acabarían repartiéndose ampliamente entre las naciones. Pero lo cierto es que esos beneficios no llegaron a muchos trabajadores. La clase media estadounidense perdió terreno, mientras que a los ricos les fue mejor que nunca”.
Ese proceso se fue ahondando hasta que la insatisfacción social rompió la burbuja ideológica, con graves secuelas políticas. Ahora estamos ante un segundo viraje en menos de 40 años, si suponemos que el último punto de inflexión fue el final de la Guerra Fría. En ese punto, arrancó la globalización bajo una égida unipolar y los tiempos apuntan hoy a un mundo multipolar.
Los Brics
Probablemente, una de las marcas de disrupciones es el foro de países emergentes que se reúnen desde hace 17 años y que en sus condiciones actuales representan mayor porcentaje de la producción mundial que el G7.
Bajo la sigla Brics se engloba la primer letra de Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica, y, en su reciente XV cumbre, en agosto, se amplió a Arabia Saudita, los Emiratos Árabes, Irán, Etiopía, Egipto y Argentina. Enriquecidos con la incorporación de emblemáticos países productores de petróleo de Oriente Medio, reforzará su representación africana y latinoamericana. En estas dimensiones ampliadas representarán el 46 % de la población y más del 33 % del PIB mundial.
Jeffrey Sachs lo comprende, porque este proyecto complejo expresa, sin duda, una consciencia internacional manifiestamente antihegemónica y que se rebela a la utilización del dólar como un instrumento de ejercicio sancionatorio y de dominio, incluso militar, dijo en su blog.
No es la primera vez que Estados Unidos usa su peso geopolítico para imponer, a su favor, políticas monetarias y de restricción de exportaciones a países, aliados o no aliados, por los que siente su comercio amenazado.
Este fue el caso de los consabidos “milagros” japonés y alemán, cuyos crecimientos comerciales fueron frenados en seco por políticas monetarias y de exportación “voluntarias”, impuestas por los Estados Unidos en el siglo pasado.
La década de los 80 estuvo dominada por el ascenso de Japón. Estaba a la vanguardia mundial, con formidables innovaciones industriales en segmentos automotor y de semiconductores. Más de un autor advirtió entonces un viraje de la economía mundial hacia el protagonismo japonés, como futuro rival de Estados Unidos. Así lo vio Ezra Vogel en su libro Japón N.° 1. Una lección para el mundo, y también Paul Kennedy escribió en ese sentido.
Reunión en Nueva York
¿Qué pasó con la estrella japonesa y, al mismo tiempo, con Alemania, que trastocó su milagro en “enfermo de Europa”? ¡Pasó el acuerdo de Plaza! En 1985, frente a marcados déficits comerciales, Estados Unidos convocó a varios países, en el hotel Plaza de Nueva York.
Ahí, Alemania y Japón aceptaron la apreciación de sus monedas, encareciendo sus productos para que se volvieran menos competitivos y, además, decidieron “voluntariamente” disminuir sus exportaciones al mercado estadounidense.
Ahí se acabó el milagro, con inmediata y larga recesión, en ambos países. La Ronda de Uruguay analizó esa conducta de “restringir voluntariamente exportaciones” y la prohibió en el artículo 14 del Acuerdo de Salvaguarda.
Esta experiencia, según Jeffrey Sachs, es lección aprendida de los países que hoy forman y expanden los Brics, y de ahí surge la racionalidad de la construcción de un escenario geopolítico y monetario alternativo.
Los miembros del grupo Brics tienen consciencia —y, en casos concretos, experiencia nacional— del uso del dólar como instrumento punitivo. Ha sido estrategia reiterada de la política exterior estadounidense recurrir a sanciones monetarias. Desde Cuba, pasando por Irán y ahora Rusia, aun sin lograr los objetivos esperados, Estados Unidos sigue utilizando el dólar como instrumento de ejercicio de hegemonía, como asegura Sachs.
Eje antidólar
Incluso Foreign Affairs, revista conservadora de geopolítica, en su edición del 7 de marzo del 2022, comprende que si bien “a corto plazo, sanciones más estrictas contra Rusia podrían ayudar a Ucrania, indudablemente son el comienzo de condiciones de un movimiento más amplio de desdolarización”. Es lo que llaman la formación de un “eje antidólar” . Ese tema fue parte de las discusiones de la última reunión de los Brics.
Sarang Shidore, del Quincy Institute, en un artículo de opinión publicado en el New York Times, el 1.° de setiembre, descartó que los Brics sustituyan a los Estados Unidos, pero señala que sería un error desestimar su importancia, porque “la ampliación del Brics advierte inequívocamente la insatisfacción de muchos países con el orden mundial”.
De hecho, sería un error entender los Brics como un movimiento contra Estados Unidos. También lo es presuponer que solo China se beneficia. Es un bloque heterogéneo. Muchos analistas acentúan sus debilidades, pero es precisamente lo que le confiere trascendencia, que sigan juntos países con tantas diferencias. ¿Cómo explicarlo? Es la manifestación de otro “malestar” que dice de dónde venimos, pero que solo podemos intuir hacia dónde vamos.
Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.