El Partido Acción Ciudadana (PAC) se define como un partido político de ideología socialdemócrata progresista que apoya las intervenciones económicas y sociales, al mismo tiempo que privilegia la libertad personal sobre la libertad económica.
Sus miembros han sido grandes críticos del neoliberalismo, corriente económica y política promotora del libre comercio, la liberalización de la economía, la reducción del gasto público y los impuestos, así como la disminución de la intervención del Estado.
Los anteriores cuatro años de gobierno del PAC se caracterizaron por una “soberbia intelectual”, como lo llama el filósofo y economista Friedrich August Von Hayek, actitud muy común en aquellos políticos socialistas que suelen gozar de una seguridad muy firme sobre todos los temas, creen haber alcanzado verdades absolutas y son invulnerables a todo cuestionamiento o crítica. La herencia fue un déficit fiscal insostenible, rezagos enormes en infraestructura, educación y salud, y abundantes escándalos de ética y corrupción.
En la segunda ronda de las anteriores elecciones, al encontrarse abajo en las encuestas, en una movida desesperada, hipotecaron su futuro al mejor postor. Firmaron un documento con el ala liberal del PUSC, mediante el cual cedieron los principales nombramientos en el equipo económico del gabinete. Todavía no queda claro si el presidente y los altos dirigentes del PAC están convencidos y conscientes del viraje de 180 grados que un equipo económico liberal puede, y debe darle, a la estructura del Estado en materia de gasto, remuneraciones, pluses, empleo público, pensiones y orden en las finanzas.
Queda menos claro aún cuál va a ser la reacción del grueso de votantes duros del PAC, compuesto por sindicalistas, progresistas, intelectuales y el establishment académico y cultural, pues esos grupos suelen ser socialistas y no creen en el mercado, son adversarios de la sociedad liberal y, por consiguiente, enemigos de la libertad.
¿Dama de Hierro? La ministra de Hacienda podría convertirse en la Dama de Hierro de la reforma tan necesaria del Estado. Recordemos cuando Margaret Thatcher gobernó de 1979 a 1990 en una Inglaterra en decadencia debido a las reformas estatistas, y su gobierno liberal significó una revolución durante la cual se eliminaron subsidios, se privatizaron empresas estatales, se modernizó la industria y se abrieron los mercados a la competencia. Dichas reformas convirtieron a Inglaterra en pocos años en la sociedad más dinámica de Europa.
El más reciente libro de Mario Vargas Llosa, La llamada de la tribu, viene como anillo al dedo ahora que las propuestas liberales están cayendo en terreno fértil, por lo cual vale la pena hacer un repaso teórico de las bondades del liberalismo.
El autor describe la influencia que tuvieron en él los siete más grandes pensadores y exponentes de las ideas liberales y el recorrido intelectual que lo llevó de ser un furibundo marxista en sus años de juventud hasta madurar y convertirse en un convencido liberal. Adam Smith, filósofo nacido en Escocia en 1723, es sin lugar a dudas el padre de la economía y el liberalismo. La libertad es el valor supremo del liberalismo y esta debe manifestarse en todos los campos, el económico, el político, el social y el cultural; requiere de sólidas convicciones morales para que funcione.
A diferencia del marxismo y el socialismo, el liberalismo no se concibió como una ideología dogmática o un modelo de gobierno con una receta a la cual la sociedad debe adaptarse, más bien, es una actitud ante la vida fundada en la tolerancia y el respeto, y donde se admiten la divergencia y la crítica.
Fundamentos. La doctrina liberal considera que el Estado pequeño es generalmente más eficiente que el grande. No quiere decir que el Estado no debe ser fuerte y eficiente y que asegure la libertad, el orden público, el respeto a la ley, la propiedad privada y la igualdad de oportunidades. En la medida en que el aparato estatal va creciendo, la libertad de los ciudadanos va decreciendo, de ahí que la descentralización del poder sea tan importante.
Karl Popper considera que el Estado es un mal necesario porque su existencia representa un recorte importante de la soberanía individual y un riesgo permanente de que crezca y sea fuente de abusos y corrupción. El mercado libre no es una panacea capaz de resolver todos los problemas sociales; sin embargo, es el mercado el que produce empleo, riqueza, oportunidades y progreso.
Los grandes enemigos del libre mercado son los privilegios, el monopolio, los subsidios, los controles y las prohibiciones. El liberalismo promueve tanto la educación privada como la educación pública gratuita, con el fin de que todos los jóvenes tengan acceso a un sistema educativo de alto nivel y tengan la misma oportunidad de superación.
Von Hayek deja muy claro que la libertad es inseparable de cierta desigualdad, pero para que esa desigualdad sea éticamente aceptable no puede ser el resultado de privilegios, discriminaciones o injusticias hacia ningún miembro de la sociedad; solo debe reflejar el esfuerzo y el talento de cada individuo.
Los países más ricos y desarrollados del mundo son los que han incorporado todas estas ideas liberales en sus formas de gobierno.
Por esa razón, resulta reconfortante y llena de optimismo el hecho de que el actual gobierno del PAC esté dando el aparente viraje de abrazar los conceptos y las ideas liberales.
El autor es odontólogo.