Muchos de nuestros niños y adolescentes crecen sin hogar, sin familia, sin comunidad, sin pertenencia, y quedan a la intemperie del primer estafador
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PorAlberto Morales Bejarano
Durante la reunión con obispos centroamericanos, en la Jornada Mundial de la Juventud 2019 en Panamá, el papa Francisco hizo la siguiente reflexión: “Los jóvenes se encuentran sumergidos en situaciones altamente conflictivas y de no rápida solución: violencia doméstica, femicidios, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, explotación sexual de menores y de no tan menores, etcétera, y duele constatar que, en la raíz de muchas de estas situaciones, se encuentra una experiencia de orfandad fruto de una cultura y una sociedad que se fueron ‘desmadrando’. Sin madre; los dejó huérfanos. Hogares resquebrajados tantas veces por un sistema económico que no tiene como prioridad a las personas y el bien común, y que hizo de la especulación su paraíso, desde donde seguir engordando sin importar a costa de quién. Así, nuestros jóvenes sin hogar, sin familia, sin comunidad, sin pertenencia, quedan a la intemperie del primer estafador”.
Y agrega: “Hay muchos jóvenes, creyentes o no, que, al final de una etapa de estudios, muestran su deseo de ayudar a otros, de hacer algo por los que sufren. Esta es la fuerza de los jóvenes, la fuerza de todos ustedes, la que puede cambiar el mundo; esta es la revolución que puede desbaratar los grandes poderes de este mundo: la “revolución” del servicio”.
Cierra este párrafo de reflexión con la siguiente frase: “Os exhorto, pues, a promover programas y centros educativos que sepan acompañar, sostener y potenciar a sus jóvenes; por favor, “róbenselos” a la calle antes de que sea la cultura de muerte la que, “vendiéndoles humo” y mágicas soluciones, se apodere y aproveche de su inquietud y de su imaginación".
En nuestro país, niños y adolescentes son la población más vulnerable y, por lo tanto, con mayor frecuencia afronta condiciones de vida adversas en comparación con los adultos. Como ejemplo, mientras el nivel de pobreza general para Costa Rica es de un 20%, aproximadamente una de cada tres personas menores de edad se encuentra en esta condición, lo que equivale a 486.000 personas; de ellas, 154.000 se encuentran en pobreza extrema.
Adicionalmente, 180.000 personas menores de 24 años no estudian ni trabajan (ninis), siendo Costa Rica el tercer país de la OCDE con el mayor número de jóvenes en esta situación. Si la edad se extiende entre los 12 y los 35 años, 307.000 personas se consideran ninis. En una situación como la actual, en donde el 70% de los mayores de 25 años no ha terminado la secundaria, la desventaja es evidente.
Además, Costa Rica es uno de los países de América Latina donde más se ha incrementado en los últimos años la desigualdad, inexplicable y ligeramente disminuida en el 2024. Y “se puede esperar que sean los niños y adolescentes uno de los sectores que sufran con mayor rudeza sus consecuencias, lo que exige acciones decididas y vigorosas para cambiar este panorama sombrío que se cierne con particular amenaza sobre esta población”, se lee en el Estado de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia.
Continuando con el mensaje del papa Francisco a los obispos en Panamá, añade: “El mañana exige respetar el presente dignificando y empeñándose en valorar las culturas de vuestros pueblos. En esto también se juega la dignidad: en la autoestima cultural. Vuestros pueblos no son el “patio trasero” de la sociedad ni de nadie. Tienen una historia rica que ha de ser asumida, valorada y alentada. Las semillas del Reino fueron plantadas en estas tierras. Estamos obligados a reconocerlas, cuidarlas y custodiarlas para que nada de lo bueno que Dios plantó se seque por intereses espurios que por doquier siembran corrupción y crecen con la expoliación de los más pobres. Cuidar las raíces es cuidar el rico patrimonio histórico, cultural y espiritual que esta tierra durante siglos ha sabido ‘mestizar’. Empéñense y levanten la voz contra la desertificación cultural y contra la desertificación espiritual de vuestros pueblos, que provoca una indigencia radical, ya que deja sin esa indispensable inmunidad vital que sostiene la dignidad en los momentos de mayor dificultad”.
Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en el 2001, enfatizaba en que: “Durante las últimas décadas, se han adoptado políticas que han causado que la economía se torne salvajemente desigual, y dejan a los segmentos más vulnerables de la sociedad cada vez más atrás. La creciente concentración de la riqueza y una reducción de impuestos sobre la riqueza se traduce en menos dinero para invertir en educación y protección para niños”. Y agrega: “Pero las políticas adecuadas, como redes de protección social fuertes, aplicación de impuestos progresivos y una mejor regulación del sector financiero, pueden revertir estas tendencias devastadoras. Podemos reducir las privaciones que se sufren durante la infancia y con ello aumentar la igualdad de oportunidades”.
Independientemente de nuestra ideología o creencias, parece claro que el modelo social en el que nos embarcaron no ha respondido a las necesidades esenciales del ser humano.
Si bien la justificación ha sido que no podemos vivir aislados de un contexto mundial de globalización, también es cierto que, como país, Costa Rica había demostrado con creces, que existía un camino diferente de solidaridad en libertad, debilitado y vulnerado por 30 años de políticas neoliberales, de gobiernos mediocres alejados de nuestras raíces y coronado por el populismo vacío de ideas.
Como nunca, se convierte en un deber patriótico continuar defendiendo un sistema educativo de calidad, un sistema de protección vigoroso para la niñez y la adolescencia, un sistema de salud solidario y universal, una economía regulada e inclusiva, y una defensa a ultranza de los más débiles y desposeídos.
Pienso, con reverencia, que es la forma de recordar y a la vez contribuir a detener el “desmadre” al que se refería el papa Francisco.
morabecr@gmail.com
Alberto Morales Bejarano es pediatra; fue fundador de la Clínica del Adolescente del Hospital Nacional de Niños y su director durante 30 años.
El papa Francisco visitó Panamá en enero de 2019 para participar en la Jornada Mundial de la Juventud. A la misa final del evento llegaron 700.000 personas de 140 países. Aquí, a su arribo al aeropuerto internacional de Tocumen. Foto: AFP (LUIS ACOSTA/AFP)
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