“Abi, ¿por qué esta cama tiene tantas páginas?”. Esta cándida pregunta de mi nieto, una noche que se quedó a dormir en mi casa y aparentemente me excedí en la cantidad de capas con que lo cobijé, me ofreció la mejor imagen de una vida aventajada.
A diferencia de millones de niños, mi nieto duerme caliente, cómodo, con la pancita llena y sin temor a que una bomba o una riada destruyan su casa.
Pero lo que quiero resaltar en estas líneas es que solo un niño que ha tenido un libro entre sus manos podría usar esa extraordinaria y preciosa metáfora —probablemente inconsciente, lo que es aún más revelador—.
En el otro extremo, están los miles de niños que nunca en su vida han tenido un libro entre sus manos, no han calibrado su peso, no han acariciado su portada ni han pasado sus páginas; niños que nunca han tenido quién les lea antes de irse a dormir ni en el aula escolar; niños que dan sus primeros pasos en la lectura sin un texto para ejercitarse y menos aún para disfrutar de un viaje fantástico.
Las probabilidades de que un niño que vive en pobreza no tenga acceso a libros en su hogar es mucho más alta que la de uno del quintil de mayores ingresos. Tristemente, también hay muchas probabilidades de que no haya libros en el aula ni una biblioteca en la escuela a la que asiste ese niño.
Según el Informe del Estado de la Educación 2021, solo un 16 % de las escuelas públicas de primaria contaban con biblioteca, y según el Informe del 2023, un 40 % de los estudiantes de escuelas y colegios públicos viven en condición de pobreza. ¿Cuántos de esos 360.000 niños, niñas y adolescentes habrán visto, tocado y leído un libro alguna vez?
Para qué libros
Si bien la tasa de alfabetización es mayor que hace medio siglo, gracias a la revolución tecnológica en los hogares —aun en los más pobres— hay televisiones y celulares, pero escasean los libros. Podríamos preguntarnos para qué libros, si a través de un celular se tiene acceso a un universo de información que no cabe en ninguna biblioteca.
En primer lugar, la lectura es requisito fundamental para la adquisición de otros conocimientos y para el desarrollo de destrezas más complejas. Sin la capacidad de leer y de comprender un texto, no se tiene realmente acceso a ese universo que hoy cabe en un chip; de hecho, la alfabetización digital requiere la alfabetización elemental.
En segundo lugar, la lectura en un medio digital no tiene el mismo impacto que cuando se lee un texto impreso. En tercer lugar, leer no es una capacidad innata, sino que debe ser aprendida; ello conlleva un proceso cerebral que activa varias cortezas que permiten identificar las letras, asociarlas para traducirlas en sonidos y luego extraer su significado.
Por su parte, la escritura conlleva su propio proceso de transcodificación para transformar el mensaje en grafemas que se concatenan en palabras y en oraciones.
La lectoescritura requiere atención, memoria, planificación y estructuración, entre otras destrezas. En consecuencia, desencadena un círculo virtuoso que a la vez estimula, por ejemplo, la atención, la memoria, la organización de ideas, la anticipación, la imaginación y la curiosidad.
En un mundo saturado de información y de desinformación, la capacidad de leer y de comprender lo que se lee son herramientas de sobrevivencia. Sin dominio de la lectoescritura, no hay capacidad de autodeterminación ni libertad plena.
Según Eliana Yunes, educadora brasileña, “la lectura no es solo alfabetización, es visión de mundo. Quien lee, piensa. Y quien piensa no se calla. Es urgente, por lo tanto, incentivar la lectura, no solo en su dimensión educativa, sino también en su dimensión social y cultural. La lectura es condición de aprendizaje. Sin esta y sus juegos de sentido, el ser humano no se convierte en sujeto de su historia”.
Recursos necesarios
La escasez de libros en miles de hogares y de escuelas dificulta enormemente la labor básica de alfabetización que deben desarrollar los docentes. No tener al alcance textos impresos es uno de los factores que retardan el aprendizaje de la lectoescritura; esto, a su vez, retarda otros aprendizajes y el desarrollo de niveles de pensamiento elevados.
Los cierres prolongados de escuelas durante las huelgas docentes y los dos años después del inicio de la pandemia profundizaron la pobreza de aprendizajes. Por otra parte, los datos arrojados por el Estado de la Educación con respecto a las destrezas de lectoescritura de nuestra población estudiantil y los resultados en PISA son aterradores.
Paradójicamente, el presupuesto del Ministerio de Educación Pública (MEP) para el curso lectivo 2024 es el más bajo de la última década en relación con el producto interno bruto (PIB) y el rubro de infraestructura y equipamiento (un 1,2 %) es también el más bajo desde el 2015. La probabilidad de que el porcentaje de bibliotecas escolares aumente parece ser igual a cero.
Cuando el Estado deja espacios sin ocupar y necesidades sin atender, otros actores suelen reemplazarlo, algunos para mal (como el crimen organizado) y otros para bien. Por ejemplo, específicamente con respecto a la lectoescritura, desde el 2012 la Fundación Amigos del Aprendizaje capacita docentes y promueve la lectura con el concurso Mi Cuento Fantástico.
Las educadoras Alda Cañas y Victoria Coronado, a través de la iniciativa de responsabilidad social de la empresa Guiare, con gran esfuerzo y denuedo buscan recursos para donar bibliotecas completamente equipadas con mobiliario y con cerca de 1.000 libros; hasta ahora han logrado donar unas 12 bibliotecas en regiones sumamente deprimidas. Y así, numerosas fundaciones apoyan al sistema educativo desde diversos frentes.
¡Gracias a Dios existen personas y organizaciones como esas, que se preocupan y contribuyen a reducir las desigualdades educativas! Por cierto, para alcanzar sus objetivos, necesitan y merecen el apoyo generoso y consciente de ciudadanos, empresas y otras organizaciones. Pero son gotas en un mar de carencias.
Solo el Estado, a través de políticas públicas integrales, de inversión pública estratégica y a largo plazo, tiene la capacidad de resolver integralmente los principales problemas sociales que aquejan a un pueblo.
El lema del MEP para el curso lectivo del 2024 que acaba de comenzar es “Leer y escribir, el primer paso para transformar vidas”, muestra de que se ha comprendido que garantizar el aprendizaje de la lectoescritura es prioritario —y que tener libros no debería ser privilegio de una minoría—.
Lo que sigue es alinear las prioridades con la inversión pública; de lo contrario, las consecuencias en inseguridad, pobreza, desigualdad, pérdida de competitividad y desarrollo del país serán catastróficas.
J. F. Kennedy dijo: “Si esta nación es tan sabia como fuerte, si queremos alcanzar nuestro destino, entonces necesitamos más ideas nuevas, más seres humanos sabios, más libros buenos en más bibliotecas públicas”.
La autora es activista cívica.