Toda actividad empresarial e institucional se lleva a cabo mediante procesos que pueden estar debidamente documentados o ser ejecutados por costumbre, pero siempre son procesos. En el tanto los procesos se efectúen siempre igual, con resultados predecibles, más eficiente y eficaz es la organización.
De ahí el interés de automatizar los procesos lo mejor posible, pues de esta forma se efectuarán siempre igual y el software no se romperá ni se gastará.
Hay muchas acciones que implican mover cosas (acomodar mercadería en estantes, alistar pedidos, llevar mercadería a otros lugares, etc.) cuya automatización no es 100 % digital, requiere la introducción de robots.
Los robots, obviamente, tienen software, pero también hardware, y este último sí se rompe y gasta. Durante años, los robots industriales han sido muy caros comparados con el costo de la mano de obra local (el período de recuperación de la inversión era largo), además del costo de adquisición de los robots, debía sumarse el valor de la instalación, la programación y mantenimiento.
Ahora, los robots no solo se usan en las fábricas, sino también en todo lado: para limpiar tiendas, acomodar mercadería, entregar paquetes, etc. Han bajado de precio y son mucho más versátiles, más móviles (vuelan, ruedan, trepan y caminan) y más fáciles de reprogramar (el acomodador de productos en los estantes también puede ayudar a los clientes a encontrarlos). Pero, tal vez lo más importante, es que los mismos usuarios pueden programarlos, enseñarles cómo se hace el proceso. Algunos dicen que se entrenan, no se programan.
Por ejemplo, la videovigilancia ya no se hace con cámaras en postes, techos o paredes para transmitir a una pared llena de monitores y operadores luchando por no dormirse. Ahora, drones voladores programados para cubrir un área cuando detectan anomalías despiertan al operador, quien decide si acercarse más, prender luces o llamar al 911.
Múltiples posibilidades. En los procesos donde no existen cosas hechas de átomos, también hay una clara tendencia a la robotización, por motivos muy parecidos. Un ejemplo es un formulario que se llenaba a mano y luego personal de back office lo introducía al sistema central de la empresa o institución.
Cuando el formulario es llenado por el mismo cliente en un sitio web (o un app), la primera opción es que la información sea introducida por los mismos operarios (a esto se le llama indiomatic), otra opción es construir directamente la integración entre el formulario digital y la base de datos, y la tercera es la automatización del proceso a través de robots (RPA por sus siglas en inglés).
Con RPA es innecesario que los funcionarios de tecnologías de la información (TI) construyan la nueva interfase, con todos los problemas de seguridad, pruebas regresivas etc. que conlleva; son los mismos usuarios de operaciones quienes entrenan al robot (en este caso es un robot sin hardware, puro software) a introducir los datos que el cliente ingresa en el sitio web, utilizando exactamente el mismo camino usado antes por los operadores del back office.
Desde el punto de vista de TI, no ha pasado nada, solo que el sistema se ha hecho más eficiente (no hay errores) y veloz (funciona las 24 horas) sin incurrir en ningún riesgo nuevo. Reportes de empresas e instituciones usuarias indican que el retorno de la inversión de RPA es todavía más rápido que la de los robots de hardware.
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Mucha inversión. Si analizamos la cobertura y la inversión que Costa Rica hace en robótica educativa, deberíamos concluir que empresas e instituciones deben estar repletas de robots automatizando toda clase de procedimientos.
El proceso de introducción de la robótica educativa fue liderado por el sector público. El Ministerio de Educación (MEP) y la Fundación Omar Dengo (FOD) dieron varios años clases de robótica mientras las escuelas y los colegios privados estaban viendo pa’l techo.
Las universidades públicas tiene años de estar formando ingenieros en mecatrónica y décadas de formar ingenieros mecánicos, electrónicos e informáticos.
El año pasado se llevó a cabo el campeonato mundial de robótica en nuestro país, sin duda debemos ser una potencia mundial en la automatización de procesos a partir de robots. De seguro, ya alguien desarrolló un robot capaz de recolectar café, pero lo han mantenido en secreto por desconfianza con el sistema de patentes.
La utilización de robots en la producción de bienes y servicios es, sin duda, una manera muy rápida de aumentar la productividad y, por ende, la competitividad, del país. Pero, al igual que muchos retos tecnológicos, se ve severamente restringida por la imaginación (o falta de ella).
Tenemos en el país varias decenas de miles de niños y jóvenes con capacidad para construir robots, pero en las fábricas, empresas e instituciones cientos de miles de personas efectúan tareas repetitivas, que una máquina haría mejor, permitiendo, así, un aumento sustancial en la cantidad de bienes y servicios producidos por unidad de tiempo.
En casi todos los procesos hay excepciones. La gran mayoría de las transacciones son de vainilla, pero de vez en cuando aparecen algunas que requieren un ente pensante para decidir cómo debe ejecutarse. En esos casos, los robots ni siquiera lo intentan, de una vez lo pasan al operador humano, quien toma las decisiones no cajoneras.
Contradicción. Siempre he pensado que es denigrante pedirle a una persona hacer el trabajo que una máquina haría, y, sin embargo, conforme las máquinas adquieren nuevas capacidades, dejamos que la gente siga llevando a cabo tareas perfectamente automatizables.
Quienes promueven (o venden) herramientas de RPA alegan que lo que hacen es “sacarle el robot a la gente”. Hoy, casi todos dedicamos un porcentaje de nuestro tiempo a tareas perfectamente automatizables. En la medida que logremos automatizar dichas tareas, o sacarle a la gente el robot que todos llevamos dentro, en esa misma medida crecerá nuestra productividad y competitividad.
Es obvio que conforme avanzan las habilidades cognitivas y motoras de los robots, mayor será el porcentaje de tareas automatizables. Algunos puestos de trabajo serán totalmente automatizados (por ejemplo el de chofer). La incapacidad de los políticos de lidiar con el desempleo ocasionado por la tecnología es una pésima razón para retardar la adopción de tecnologías que nos permitirán generar más riqueza y bienestar.
El autor es ingeniero, presidente del Club de Investigación Tecnológica y organizador del TEDxPuraVida.