Una estrella escapó de la mirada histórica de Stefan Zweig. Hoy quiero hablar de ella. En su más popular pincelada de las piedras angulares que sostienen los pilares de la civilización, Zweig pasó revista desde la toma de Constantinopla hasta Waterloo, del descubrimiento del Pacífico a la conquista de México. En su relato Momentos estelares de la humanidad, su narrativa no omitió actos supremos de cultura, desde Handel hasta Goethe, ni tampoco inspiraciones bajo el fuego de cañones, como La marsellesa. Siendo joven lo leí, y desde entonces me sorprendió su omisión.
¿Cómo se le pudo pasar por alto a Zweig el 4 de julio de 1776? Ese día arrancaron episodios cruciales para la comprensión de los vaivenes de la historia moderna. Ahí pondría yo su inicio y no, como es de rigor, 13 años después, en el 1789 de la Revolución francesa, que más bien fue su consecuencia y continuación.
Como puede haberse deducido, me refiero a la fecha de aprobación de la “Unánime declaración de los 13 Estados Unidos de América”, conocida como su Acta de Independencia. De la misma pluma de Jefferson y con los mismos conceptos que se consagrarían, ya en Europa, en la declaración de los derechos del hombre, el 4 de julio desató el nudo gordiano del feudalismo, la monarquía y el colonialismo.
Ahí, con verdades evidentes, nació el ideal republicano: “Todos los hombres son creados iguales y dotados por su Creador de derechos inalienables, como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. En esas tierras se formaron las tropas francesas que llevaron esa inspiración al Viejo Continente y a la historia del mundo. Siguieron las colonias españolas. El siglo XX llevó la antorcha republicana a la misma Asia. Era y es todo un programa aspiracional inscrito ya en la misma fibra genética de la civilización.
Con esas banderas cayeron reinos, pero regresaron tiranos. La formalidad igualitaria no impidió la realidad del esclavismo. Una guerra civil y dos millones de muertos mostraron cómo la roca de la igualdad es una piedra de Sísifo, nutrida, según Jefferson, de sangre de patriotas y de tiranos.
Más allá de tropiezos, el 4 de julio marca un ideal visionario en medio de tormentas. Aun así, y esquivo como nunca, nació el sueño americano bajo los signos de igualdad, libertad y búsqueda de felicidad.
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Velia Govaere, exviceministra de Economía, es catedrática de la UNED y especialista en Comercio Internacional con amplia experiencia en Centroamérica y el Caribe. Ha escrito tres libros sobre derecho comercial internacional y tratados de libre comercio. El más reciente se titula “Hegemonía de un modelo contradictorio en Costa Rica: procesos e impactos discordantes de los TLC”.