WASHINGTON, DC/PARÍS – Desde choferes de camión que usan GPS hasta enfermeros que digitalizan los signos vitales de los pacientes o inspectores de tren que controlan los pasajes con dispositivos portátiles, parece que hoy en día todos necesitan habilidades digitales básicas. Hace al menos unos diez años que la demanda de trabajadores con esas habilidades viene creciendo en silencio, pero ahora el cambio se aceleró, y la transformación alcanza a todo el mercado laboral, no solo el sector tecnológico.
En un informe reciente, el McKinsey Global Institute calculó la cantidad actual de horas que los trabajadores pasan usando 25 habilidades básicas, divididas en cinco categorías (físicas/manuales, cognitivas básicas, cognitivas superiores, sociales/emocionales y tecnológicas), y las comparó con las que les dedicarán en el 2030. Obviamente, dado el mayor uso de la automatización y la inteligencia artificial (IA), esperamos un salto del 55 % en la demanda de habilidades tecnológicas de todo tipo, desde conocimiento digital básico hasta habilidades avanzadas como la programación.
También habrá un marcado aumento de la demanda de habilidades sociales y emocionales que las máquinas no tienen (por ejemplo, la capacidad de trabajar en equipo, de liderar, de negociar y de establecer empatía). La cantidad de empleos para los que serán necesarias esas habilidades (en sectores como salud, educación, ventas y mercadeo, y administración) aumentará un 24 %.
Otra categoría que crecerá será la demanda de algunas habilidades cognitivas superiores, especialmente la creatividad y la capacidad de resolver problemas complejos. Pero las máquinas ya están incursionando en algunas áreas que demandan esta clase de habilidades (como la escritura y la comprensión de textos) y capacidades cuantitativas y estadísticas. Esto resalta la posibilidad de que la automatización y la IA desplacen incluso a trabajadores de oficina; por ejemplo, en contabilidad, finanzas y servicios legales.
Pero los empleos que se llevarán la peor parte son los que demandan habilidades cognitivas básicas, incluidos los de ingreso de datos, ya que todo indica que se reducirán más rápido que en los últimos quince años. Lo mismo se aplica a las capacidades físicas y manuales (por ejemplo, motricidad gruesa). Aunque es posible que en algunos países (incluido Estados Unidos) siga siendo la categoría con más horas trabajadas, en otros (por ejemplo Francia y el Reino Unido) será superada por las habilidades sociales y emocionales, y en Alemania por las habilidades cognitivas superiores.
Las empresas, los gobiernos, los educadores, las asociaciones profesionales y los sindicatos deben tomar nota de estos inminentes reacomodamientos de la demanda de habilidades, ya que constituyen un importante desafío socioeconómico. Por ejemplo, como en la actualidad las habilidades sociales y emocionales se aprenden mayoritariamente fuera de la escuela, los sistemas educativos tal vez deban hallar modos de integrarlos a los planes de estudio.
Además, cientos de millones de trabajadores en todo el mundo necesitarán acceso a programas de recapacitación (que hoy son relativamente escasos). Calculamos que de aquí al 2030 entre 75 y 375 millones de personas (entre el 3 y el 14 % de la fuerza laboral global) tendrán que cambiar de categoría ocupacional o quedarán desempleadas. Si esta transición no se maneja bien, puede agravar las tensiones sociales y aumentar la discrepancia en habilidades y salarios.
Para las empresas, estos cambios en la demanda de habilidades son parte del desafío general de la automatización, que está alterando los modelos de negocios y la organización interna del trabajo. En una encuesta que hicimos a más de 3.000 dirigentes empresariales como parte de la investigación, hallamos que las empresas prevén un cambio hacia formas de trabajo en equipo y multifuncionales, con énfasis en la agilidad. El desafío será conseguir trabajadores con habilidades que se correspondan con las expectativas y necesidades tecnológicas de cada empresa.
Además, este cambio no será de una vez y para siempre. Conforme las máquinas que trabajarán al lado de los humanos sigan evolucionando, los trabajadores tendrán que adaptarse. En vez de estudiar durante dos décadas y trabajar las cuatro siguientes (como se hacía antes), los trabajadores necesitarán aprendizaje continuo para adquirir habilidades nuevas y actualizar las que ya tienen, durante toda la carrera laboral.
Para satisfacer este imperativo no solo se necesitan opciones concretas de aprendizaje permanente, sino también cambios en la mentalidad de los trabajadores y en la cultura de las organizaciones. A tal fin, algunas compañías (por ejemplo, la proveedora alemana de programas informáticos SAP) están tratando de ofrecer programas de educación continua dentro de la empresa. Otras, como AT&T, colaboran con instituciones educativas para acrecentar las habilidades de la fuerza laboral.
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En Suecia hay consejos de seguridad laboral, financiados por empresas y sindicatos, que asesoran a personas que pierden el empleo y les ofrecen recapacitación y apoyo financiero temporal. En EE. UU., el programa piloto Skillful de la Fundación Markle ayuda a los trabajadores sin título universitario a mejorar y comercializar sus habilidades.
Pero hay que hacer mucho más para que empresas y trabajadores tengan éxito en esta nueva era de automatización en IA. El único modo de hacer realidad todo el potencial de mejora de la productividad que ofrecen las siempre cambiantes tecnologías es con una fuerza laboral bien entrenada y capaz de adaptarse.
Susan Lund es asociada de McKinsey & Company y directora de investigaciones en el McKinsey Global Institute.
Eric Hazan es socio gerente en McKinsey & Company y miembro del Consejo del McKinsey Global Institute. © Project Syndicate 1995–2018